La conversación entre Camille y Louis era un duelo sutil de palabras, donde cada frase tenía un doble filo. La mención de la impotencia de Louis no era más que un recordatorio de su dependencia, mientras que la paciencia de Camille era una armadura que ocultaba su desdén. La referencia a su hermana era una provocación velada, un juego peligroso que Camille disfrutaba en secreto. —Louis, ¿tienes algunas mejoras con los nuevos medicamentos? —preguntó Camille, su voz suave, pero sus ojos calculadores. —Sí, los doctores son optimistas. Y no puedo agradecerte lo suficiente, Camille. Tu apoyo significa todo para mí, eres una esposa muy atenta, me siento bien contigo —respondió Louis, ajeno a las tormentas que se agitaban en el corazón de su esposa. —Es lo menos que puedo hacer. Después de tod

