Agobiado

1608 Palabras
La mujer ingresa en la oficina de su hijo sin siquiera tocar la puerta, no lo necesitaba. Era la madre del dueño de todo aquello. Bastián, mantenía una reunión telefónica con un importante banquero de Nueva York, cuando la puerta de su oficina se abre sin que él diera autorización a nadie de pasar. Pero cuando CEO observa a su madre aproximarse a su escritorio pareciendo muy enojada, el hombre no le quedo de otra que posponer la reunión. Al colgar la llamada, el hijo mira a su madre con seriedad. —Madre, estaba en una reunión bastante importante. —Eres un hijo desconsiderado, mira que venir a rechazar mis llamadas. Ayer estuve llamando casi todo el día, y me has ignorado como si yo no fuera nadie importante. ¿Qué clase de hijo eres? El CEO mira a su madre sin pestañear, sabía que todo aquel drama venía con un propósito. —Madre, por favor, tu y yo sabemos que estas aquí con un propósito; y te lo digo de una vez, pierdes el tiempo. Estoy realmente ocupado como para estar discutiendo contigo por una llamada y otras tonterías. —¿Tonterías? Llevo dos días sin saber de ti, ¿acaso no me puedo preocupar? Eres mi único hijo Bastián, no me puedes ignorar así como si nada. —Bien —se reclina en su asiento—. Ya estás aquí, a ver, ya me viste, sabes que estoy bien y que estoy trabajando como siempre, ¿estas conforme, madre? —No, no lo estoy… El hijo rueda los ojos. —Esta noche iba a pasar por tu casa, sabes que siempre lo hago, ¿Por qué te has tomado la molestia de venir a mi empresa? Sabes bien que no me gusta ser molestado. —Estoy muy preocupada por ti, Bastián. —¿Y ahora porque? La anciana guardo silencio un momento mientras que lo miraba fijamente, ambos poseían el mismo color de ojos, y prácticamente la misma intensidad de la mirada. Pero uno de los dos era más resistente que el otro, y aquella era Helena. Bastián termino por quitar la mirada, odiaba cuando su madre le aplicaba aquellas dramatizaciones absurdas. —¿Qué has pensado sobre lo que hablamos hace un mes? ¡Aja!, él lo sabía, la visita de su madre no se debía a que estaba preocupada. Lo único que buscaba saber era si había pensado en su loca idea del matrimonio. Como siempre, arruinándole el día con esas tonterías. —No tengo nada que pensar, madre. La decisión está tomada, no pienso casarme. Y será mejor que te vayas sacando de la cabeza esa idea loca del casamiento —indignada, Helena ensancha la mirada. —¿Cómo que no te vas a casar, Bastián? Tu padre murió sin conocer ningún nieto, y yo ya no soy tan joven. En algún momento me iré, y nunca conocer a un nieto, o una esposa tuya. No puedes hacerle esto a tu anciana madre. —Por dios, mamá. ¿En qué siglo crees que vivimos? El matrimonio no se usa en estos tiempos —sonríe con picardía. La mujer frunce el ceño, su hijo era un testarudo. —Yo no quiero a un desfile de mujeres pasar por mi casa y que todas digan que es novia tuya. Eso no es aceptable para mí, Bastián —le reclama furiosa. —Madre, entiende que tus tiempos ya no son los mismos de ahora. Además vivimos en diferentes casas, no tienes por qué ver distintas mujeres a diario —él se cruza de brazos. —En mis tiempo no existía ese libertinaje tan espantoso que existe ahora, y en el que tu estas metido. —No tengo culpa de que las mujeres me sigan a todas partes, si querías nietos, debiste pensar antes y hubieras tenido más hijos con mi papá. La mujer mira hacia otro lado, no estaba dispuesta a responderle a su hijo sus reproches. Ella no había ido hasta allá para hablar de su vida, sino la de él. —Bastián, no puedes seguir llevando esa vida de libertino. Es una vida inapropiada y para nada honrosa para nuestra familia. —Ya vas de nuevo con eso, madre. El apellido de la familia es importante, y bla, bla… eso ya me lo sé de memoria, mi padre se encargó de mencionarlo cada vez que podía. —Y por esa razón debes honrarlo —la mujer de ojos grises lo mira fijamente —. Cumplir con su voluntad, él siempre deseo que formaras una familia, que tuvieras muchos hijos, que te volvieras un hombre completo. —¡Ya soy un hombre completo, madre! El hecho de que no quiera casarme, no quiere decir que no esté completo. Yo me siento bien como estoy —contesta, perdiendo un poco la paciencia. El tema lo estaba comenzando a agobiar. —No hasta que formes una familia. Y a eso es lo que he venido, hijo. A exigirte que te cases con una mujer cuanto antes. Ya se acabó esas salidas con diferentes mujeres, las revistas de cotillas están llenas de fotos tuyas con cientos de mujeres. —¿Acaso lees esas cosas, madre? —rasposa las manos sobre el escritorio. —Todo esa información me llega así no quiera recibirla, es una vergüenza que mis amistades sepan que mi único hijo anda de libertino cada fin de semana. Aquel comentario enfureció al CEO, su madre había ido hasta su oficina para reclamarle por las diferentes novias que han pasado por sus manos, y para ella, lo único que le importaba era el qué dirán de sus amigas. —Sabes bien que no me interesan lo que tengan que decir todas tus amigas, son una cuerda de señoras que no tienen nada más que hacer que meterse en la vida de los demás. Ya te lo he dicho miles de veces, deja de hacer juntas con esas mujeres, no son buena influencia. —¿Y quién lo es? Un hijo que cambia de mujeres, como cambia su reloj. Si tuviera una nuera y nietos, no tendría que compartir tantas tardes con esas señoras a las que llamas cotillas. Bastián pone los ojos en blanco, luego frota su rostro con ambas manos. Su madre era una pesadilla cuando se trataba de ese tema del matrimonio. —Sigo sin creer que no quieras casarte —seguía hablando —. Yo que soy una mujer ya muy vieja, a quien no le queda mucho tiempo, y tu vienes a vivir una vida de lujuria con diferentes mujeres cada noche—insistía. Para ese entonces, el CEO escucha la voz de su madre como eco en sus pensamientos. Era como una radio repitiendo siempre lo mismo. El mes pasado le hablo prácticamente de lo mismo, la verdad es que lo estaba volviendo loco con ese tema. Se preguntó, ¿Qué diablos podía hacer para quitársela de encima? Necesitaba hacer algo para que lo dejara de molestar con ese tema de matrimonio. Con las persianas a medio recoger, el financiero nota por la ventana a una mujer de espaldas de cabello rojizo todo revuelto. En ese momento, se preguntó si era la misma joven de la otra vez. Era extraño ver a alguien en la oficina con el cabello todo alborotado, por lo general, todas las mujeres lo llevaban recogido en una coleta alta. Eran las reglas de su empresa. Lo que lo llevo a pensar que ella no trabajaba en su compañía, pero entonces, ¿Qué estaba haciendo en ese piso? Las visitas estaban prohibidas en su empresa. En ese instante, ella estaba como repartiéndole algo a uno de sus corredores. ¿Pero, qué? —Entonces, en vista de que tú no quieres elegir a una novia permanente, he decidido que te casaras con la hija mayor de mi amiga Flora Demboul. Aquella imposición, sí que la escucho claramente. Bastián giro el rostro hacia su madre y la miró fijamente. —Es una familia respetable, desde hace mucho que la hija de mi amiga ha estado enamorada de ti. Así que me pareció conveniente la idea de arreglar un matrimonio entre ustedes dos. —Espera un momento, ¿Qué estás diciendo, madre? ¡¿Acabas de decir que arreglaste un matrimonio por conveniencia con esa familia?! —Eso es lo que he dicho, tu nueva esposa es perfecta para ti. Hogareña, y está enamorada de ti. Además que es muy hermosa, y lo mejor de todo, es que siempre te será leal. —O sea, ¿una sumisa? —No lo veas de esa manera, hijo—la anciana le hace un gesto con la mano, restándole importancia al asunto —. Lo que importa, es que ella será una esposa modelo. Justo lo que necesitas, una mujer que te haga sentar cabeza, en tu hogar. Su madre le sonríe como si lo que hubiera hecho era la más grande hazaña del mundo. Y lo que no sabía era que, lo estaba empujando al abismo en donde lo esperaban espinas y estacas filosas. Él no quería casarse, y menos por un matrimonio arreglado por unas mujeres clásicas. Eso sí que era la locura más grande del mundo. Necesitaba encontrar una solución rápida para aquel problema. —Ya lo he conversado con mi amiga, y ha estado de acuerdo con la boda. Organizaremos el matrimonio nosotras dos, todo quedará perfecto. Aun no le decimos a tu prometida, pero pronto lo haremos. Estoy segura de que a ambos le ira muy bien. Es que cada palabra que le decía era como si le clavaran un hierro ardiente en el pecho atravesando su pecho.
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