Capítulo 6: Amelia

1121 Palabras
¿Aliarnos? Mis chicos salían a la calle con chalecos anti bala, teníamos los mejores, nuestras camionetas y autos estaban blindadas, éramos precavidos, yo lo era, por eso nuestro imperio era tan fuerte. Pero alguien estaba tratando de desafiarnos. —Aparecieron de repente —dice Nick, se saca el chaleco y me lo da, saco la bala del mismo, es de alto calibre, si él no hubiera llevado un chaleco, lo habría matado. —Tienen armamento potente, si no fuera por el chaleco estarías en el otro mundo —le dice Derek, Nick asiente. Había llegado hace unos meses con nosotros, tenía diecisiete años, su hermana tenía cáncer de piel, ella murió pero el dinero que le dábamos le ayudo a morir en paz, mitigamos su dolor y él estaba agradecido conmigo, me pidió seguir trabajando. Yo necesitaba gente leal, y él lo era. —¿Se fijaron quienes eran? —pregunto, él asiente. —Llevaban unas chaquetas o camisetas que decían, “Los diablos del este” —dice él, yo frunzo el ceño. —No he escuchado de ellos, ¿tú? —le pregunto a Tattos, él niega. —La verdad es que no, hace bastante que nadie nos ataca — —Quiero información de ellos, por lo que yo veo esto es una clara declaración de guerra, aunque claramente fallaron —digo, todos asienten. —Organizaré una reunión —dice Tattos, yo asiento, él siempre era tan eficiente. Derek y yo subimos a mi oficina, desde mi asiento miro la bala, la paso por mis dedos, hace bastante no veía este tipo de armamento. —Parecen balas italianas —digo. —¿Cómo sabes? — —Cuando nos enfrentamos a los italianos, sus balas eran así —digo, él estira la mano y yo le paso la bala, luego asiente. —Tienes razón, es igual, recuerdo que recibí una en el brazo —dice—. Podría haber sido peor, pero gracias a los chalecos, nadie murió, solo heridos — —Es porqué soy una genia, soy la Diosa, Derek —digo sonriendo, él rueda los ojos. —Somos gemelos, pero que diferente somos —dice moviendo la cabeza, yo asiento. —En fin, lo importante es que estamos juntos — —La familia es lo más importante —dice, yo asiento. —Lo es — Derek me da la bala, la vuelvo a mirar. —Llevasela a Jaime por mí, dile que le grabe el nombre de esos malditos, hoy intentaron matar a uno de nosotros, fallaron, pero cuando le pegue la bala en la cabeza a su jefe, yo no voy a fallar —digo, él asiente, toma la bala y sale de mi oficina. El hecho de que algún imbécil me haya declarado la guerra, me hace sonreír, hace mucho tiempo que nadie se atrevía y bueno, un poco de acción no estaba nada mal, de hecho, empiezo a sentir la adrenalina correr por mis venas, esos tonto realmente no sabían con quien se habían metido, típico de los hombres, se creen ganadores, pero claramente me voy a encargar de hacerle morder el polvo. —¡Richard! —grito, él entra a los segundos. —Diosa, mande — —Quiero que me averigües todo sobre la chica con la que esta Derek, quiero asegurarme de que no es alguna perra espía, Derek es bastante ingenuo cuando se trata de mujeres, si tienes que seguirlo, lo haces, pero quiero saber hasta cuando la chica va al baño —digo, él asiente. —Por supuesto, no se preocupe — Quería saber todo de ella, mi pobre hermano tenía un gran problema, era demasiado enamoradizo, él no entendía que en esta vida no podíamos estar con cualquier persona, porque a veces nos traicionaban así como hicieron Jaime y Esther, en mi caso ningún hombre había pasado más de tres veces por mi cama o escritorio, bueno excepto Mason. —Amelia — Hablando del rey de roma. —Hola Mason, ¿porqué me dices Amelia? —le pregunto enarcando una ceja, él se encoge de hombros. —Asi te llamas — —Pero nadie me llama así, me gusta que me diga Diosa —digo guiñándole un ojo, él rueda los ojos divertido. —Esta bien, Diosa — —Muy bien — —Acabo de terminar de ver a los chicos, menos mal ninguno salió herido, ya me voy, ¿Necesitas algo más? —pregunta, me levanto de la silla y comienzo a caminar de forma provocadora hacia él. —Si, necesito algo más, y ya que estás aquí… —paso mis manos por su cuello, Mason no pierde tiempo y posa sus manos en mis caderas acercándome a él. —Me usas para sexo —dice, yo comienzo a besar desde su oído hasta su cuello. —Si —digo, él rie, su risa suena ronca, sé que ya esta listo para mí—. ¿Estás listo para mí, nene? —bajo mi mano hacía su pantalón, al notar la dureza, sonrío mirándolo. Mason no dice nada, choca su boca con la mía y comienza a besarme con pasión, sus manos recorren mi cuerpo, aprietan mis pechos, luego mi trasero, enrollo mis piernas en su cadera y él me apoya sobre el escritorio. —Cierra la puerta nene —digo con la respiración acelerada, él asiente y camina rápidamente hacia colocando el cerrojo—. No hay necesidad de hacerlo, nadie entra sin mi permiso —digo, él asiente. —Se me olvida que todos te temen —dice, yo niego. —Me respetan, que es diferente y mucho mejor — —Bueno, ahora voy a faltarte el respeto —dice sonriendo, yo me muerdo el labio. —Tienes suerte de que quiera que lo hagas — Mason vuelve a besarme, saca mi camisa por encima de mis brazos, desabrocha mi sostén y se lleva mis pezones a la boca, gimo al sentir su lengua fría. —Son perfectas —dice. Llevo mis manos hacia su pantalón y lo desabrocho, me acuesto en el escritorio, abro el cajón y saco un condón. Me enderezo y abro el envoltorio, le coloco el condón. —Esto me estorba — Mason me levanta del escritorio y saca mis pantalones, ambos estamos desnudos cuando termino de sacarle su camisa, su abdomen marcado, sus pectorales definidos, me dan la bienvenida. Mason era moreno, y su cuerpo me parecía aún más apetecible. —Date vuelta —me ordena, me doy vuelta, Mason comienza a dejar besos por todo mi espalda y golpea mi trasero, pego un grito por la sorpresa pero sonrío, Mason era unos pocos de los que sabía como me gustaba y era la razón del porqué disfrutábamos tanto el sexo.
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