Capìtulo 1
Cap 1
Dolor.
¿Cuánto dolor podía soportar una persona?
Su dolor no era físico, aunque muchas veces tuviera que infringirlo sola para expiar sus pecados, aun así, su dolor más grande era el que llevaba en el alma y en su corazón.
El no conocer mucho más allá de ese edificio, ni poder desprenderse de esas personas que eran de lo más estrictas y que no la dejaban siquiera sonreír, era lo que la atormentaba.
Sus recuerdos de una niña feliz corriendo y saltando por el campo y comprando vestidos de última moda era lo que sus sueños por la noche le mostraban, pero no sabía decir si eran solo sueños o si alguna vez fue realidad.
Deseaba ser esa niña que le sonreía en sus sueños. Poder ver al fin, el rostro de las personas que en ellos le hablaban con tanto amor. Conocer el campo, la ciudad y poder sacarse al fin aquella ropa que no era ni en lo más mínimo de su agrado, porque ser novicia no era de su agrado, no porque ella fuera una persona poco religiosa, sino porque no sentía ese llamado que las monjas decían sentir y tener en sus vidas
Es más, ellas sentían otro tipo de llamado.
El de vivir la vida. soñaba con una familia, hijos, amor, bailes y otras cosas que oía de las novicias que entraban a ese convento cada día. Mujeres que habían sido parte del mundo exterior, pero que se habían decidido por Dios o que simplemente como ella, no habían tenido elección ya que su familia lo habían decidido por ellas; la ventaja que tenían las demás era que habían conocido a esas personas, que habían conocido la vida y que se encontraban allí sabiéndose en falta, por un error cometido.
Sin embargo, ella no lo sabía.
Sara Wenblok, no sabía porque su familia había tomado la decisión de que ella fuera una mujer eclesiástica, ni siquiera sabía quién era su familia ya que se encontraba en ese convento desde los siete años y no recordaba nada mas de su infancia, ahora con 19 años de edad recién cumplidos, no era más que una joven novicia sin esperanzas de salir de aquel lugar en su vida y que por cada minuto que pasaba mas lo deseaba.
-Sara- escuchó la voz de la madre superiora a su espalda- ¿qué haces aún aquí?, ya deberías estar haciendo tus oraciones del día, vamos apúrate y ve a la capilla a rezar- la mujer mayor la miraba seriamente y siempre parecía sospechar que ella estaba haciendo alguna jugarreta en su contra.
Sara se levantó rápidamente, tropezándose, en el camino, con el pie de la cama en donde se encontraba previamente sentada, mientras se sentía intimidada por la regordeta mujer de aproximadamente unos cincuenta años de edad, que se encontraba parada en la puerta de la habitación que compartía con el resto de las novicias, con el ceño fruncido, esperando que sus órdenes sean acatadas.
-lo siento mucho, madre superiora, no me había dado cuenta del tiempo, en seguida me dirijo hacia allí- dijo tratando de ser lo más seria posible ya que cada vez que veía esa expresión en el rostro de la mujer, le daban muchas ganas de soltar una carcajada, por lo gracioso de la expresión, y como no quería ser sometida a ningún castigo hacia su mejor esfuerzo por permanecer impasible.
> se dijo y apuró a sus pies para salir de la habitación y llegar a la capilla para hacer sus oraciones matinales.
Ese día, era el día que más odiaba en el mes, era el día en que las novicias podían recibir visitas de sus familiares, sin embargo, ella ya sabía que nadie la visitaría, ya que durante los doce años que había estado allí encerrada jamás nadie la había visitado, y de alguna manera envidiaba a sus compañeras que luego de ese horario conversaban en su habitación sobre quienes les habían visitado y se comentaban todo lo que se habían dicho con sus familiares.
Sin embargo, cuando le preguntaban a ella simplemente le tocaba decir nuevamente que nadie la había visitado, aun así, le gustaba escuchar sobre el chismerío de la gran ciudad que, aunque siendo novicias no deberían de hablar de ello, la mayoría estaba allí en contra de su voluntad y aprovechaban cada oportunidad para saltearse esas clases de reglas.
Y así era como conocía a lord Marcus Andrew conde de Cairbag, quién se decía entre los chismeríos que escuchaba de sus compañeras, era el hombre más guapo y codiciado de la temporada, no solo por su fortuna que había amasado con sus propias manos, sino que también por su rostro de ángel caído del cielo, un hombre que dejaba sin aliento a cualquier mujer tan solo con mirarlo a los ojos, y que muy pocas habían sido capaces de huir a sus encantos.
No podía imaginarse un hombre de tal calaña, ya que el único hombre que conocía era al sacerdote que venia una ves por semana para que se pudieran confesar, era un hombre alto y muy flaco el cual parecía que si pasaba un viento muy fuerte se lo llevaría consigo, y que además poseía un rostro que no era para nada envidiable.
Por lo que imaginarse un hombre semejante al que describían era totalmente difícil para su mente, que para colmo de todos lo males, tenia menos imaginación que la de un ratón.
Y la verdad era que soñaba con conocerle, > Se decía a sí misma, si ella tuviera la posibilidad de salir de allí, iría directamente a conocerle, aunque eso mismo fuera considerado una falta muy grande para la sociedad.
y ¿cómo lo sabía?, fácil.
Le pidió a una de sus compañeras que había sido parte de la alta alcurnia de la sociedad, que le enseñara las reglas que eran necesarias para convivir entre las personas que poseían un estatus social, por lo que sabia comportarse como una dama de sociedad, y estas mismas le parecieran muy remilgadas.
Aunque no recibiera visitas debía permanecer en su habitación para poder ser localizada rápidamente si alguien venia, por lo que hizo lo de siempre, acostarse en su cama y cerrar los ojos para poder revivir el sueño de la noche anterior.
esta vez había sido la misma niña corriendo a través de un camino que estaba rodeado de rosas blancas y rojas y junto a ella un gran perro color marrón que seguía cada uno de sus pasos, cuando de repente y en la mitad del camino escuchaba la vos de un niño
-Sara, Sara, esperarme por favor- gritaba este, confirmando le que la niña de sus sueños era ella misma siendo feliz- te voy a alcanzar, aunque sea lo último que haga- le advirtió ahora la misma voz, cuando se sintió atrapada por alguien y esta vez la voz le dijo- te atrapé, pequeña tramposa, siempre te voy a encontrar y atrapar- mientras se oía reír junto a ese niño que la miraba como si fuera capaz de dar su vida por ella y en ese momento se despertó.
De pronto miró la habitación y se dio cuenta que se encontraba sola, se estaba sentando en su cama, cuando escucho pasos en el corredor. pensó que podría ser alguna de las novicias que volvía de su visita, o la madre superiora o alguna monja que le venia a pedir que realizara alguna labor.
Solían hacerlo cuando no la escuchaban, a veces pensaba que quizás las otras mujeres creían que ella era una rebelde total o un caso perdido y a veces ella también solía creerlo y se pensaba como haría para adaptarse a ese lugar toda la vida aun cuando en doce años no lo había logrado.
Los pasos se detuvieron frente a su habitación, por lo que se enderezo y se sentó en la cama
y sí, era la madre superiora, solo que las palabras que dijo a continuación la llenaron de confusión, sorpresa, ansias y sobre todo de miedo.