1- ¿Recojo basura?.
El Doncel Del Pegajoso Y Autoritario CEO...
Se vio obligado a casarse, después de "arruinar" accidentalmente la boda de la persona más poderosa.
—A partir de hoy, eres mi esposo, mi hombre —declaró con una possessividad que helaba la sangre.
—Después de la boda, no tendremos nada que ver el uno con el otro —replicó, intentando aferrarse a una esperanza vana.
—Cariño. ¿Dije que puede terminar ahora? —La amenaza era palpable, el dominio absoluto.
Originalmente, decían que era un rumor que el CEO era gay. Sin embargo, después del matrimonio, se dio cuenta de que este CEO era simplemente un lobo lujurioso. Su amor era fuerte y dominante.
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...SIN MÁS PREÁMBULO...
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Ángelo Walker, con la excusa de recoger un collar, se escondió tras un vestidor en la recepción de una boda. Lo que escuchó allí fue dinamita pura: Bianca, la novia, y Lukas, el padrino, en una conversación que quemaba.
—¡Llévame lejos, Lukas! ¡Estoy embarazada de ti! No pienso casarme con ese adefesio de Ericsson Collins —siseó Bianca, con la desesperación pintada en cada palabra.
Lukas, temblando como una hoja, intentó calmarla: —Espera, Bianca, espera a que termine la boda. No sabes de lo que es capaz Collins...
Ángelo, con los ojos brillando de malicia, saboreó el escándalo. '¡Ericsson Collins, el intocable, siendo engañado!'. Se tapó la boca para ahogar una risita. Este era el chisme del siglo, la caída del rey.
'Pero primero', pensó Ángelo, 'tengo que salir de aquí'. Justo cuando su mano rozaba el pomo, el infierno se desató.
—¿En tu opinión, yo, Ericsson Collins, recojo basura? —La voz, helada y cargada de veneno, cortó el aire.
'¡Maldita sea! ¿No podían pelear en otro lado?' Ángelo sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal.
Bianca, en un último acto de rebeldía, confesó su embarazo y su amor por Lukas. Ericsson asintió, impasible, y una legión de hombres de n***o irrumpió en la habitación, arrastrando a los amantes como si fueran sacos de patatas.
En medio del caos, Ángelo tropezó. Un grito ahogado lo delató. Un matón lo agarró del brazo y lo empujó frente a Ericsson Collins.
El silencio se hizo sepulcral. Ángelo, con una sonrisa temblorosa, intentó improvisar: —Sr. Collins, ¡qué coincidencia! Soy un simple empleado, vine a... a arreglar el vestido de la novia. No he visto ni oído nada, se lo juro.
Ericsson lo miró de arriba abajo, con una sonrisa que no llegaba a los ojos. Ángelo sintió que el sudor le empapaba la camisa.
—¿Un empleado, dices? Qué interesante...
La tensión era tan densa que se podía cortar con un cuchillo. Ángelo tragó saliva, sintiendo el peso de la mirada de Ericsson sobre él.
¿Sería este el fin de Ángelo, o el comienzo de algo mucho más peligroso?.