Capítulo 1
El cielo estaba gris, como si nunca hubiera amanecido. La lluvia caía con fuerza, cubriendo la ciudad en una bruma espesa y silenciosa. En medio de una calle desierta, una joven caminaba sin rumbo. Su figura pequeña se mecía lentamente, como una hoja arrastrada por el viento. No parecía sentir el frío que calaba los huesos ni el peso del agua que la cubría por completo. Solo caminaba. No huía. No buscaba refugio. Intentaba entender qué había pasado en los últimos dos días, cuando su vida comenzó a desmoronarse sin aviso.
A sus veinte años, Bianca no imaginaba verse envuelta en semejante caos. Había construido cada paso con esfuerzo: trabajo, estudios, una relación que creía verdadera. Ahora todo parecía ajeno, como si lo hubiera soñado. No podía retroceder ni borrar lo ocurrido. Solo le quedaba hacer lo único que sabía: seguir adelante, sola.
Dos días antes, su rutina seguía un orden que le daba seguridad. Recordar cada paso dados desde el momento en el que todo se desmoronó causaba gran dolor.
Ese día y como cada mañana, Bianca se levantó temprano. Desde que salió del orfanato a los dieciocho años, trabajaba como empleada de limpieza en una empresa de transporte. Vivía en un pequeño departamento que le había ofrecido Marcos, su pareja, aunque no estaba a su nombre. Nunca lo cuestionó, jamás, le pareció que eso era lo normal, después de todo el lugar era de él. Lo amaba, confiaba en él, y soñaba con casarse cuando terminara su carrera universitaria, que estudiaba en línea, no podría hacerlo de otra manera, el tiempo que demoraba en su trabajo no le permitiría un cursado regulas. Aquella mañana había aprobado el último examen del semestre, y el logro le llenaba el pecho de esperanza.
Mientras desayunaba, pensó en Marcos. Era hijo del dueño de la empresa. A veces esa diferencia la hacía sentir incómoda. Se preguntaba si realmente pertenecía a ese mundo, si el amor podía acortar la distancia entre sus realidades. Sacudía la cabeza para alejar esas ideas. Él decía que la amaba. Se lo demostraba en gestos simples y momentos compartidos. Eso debía bastar, por lo menos para ella era suficiente.
Bianca era una joven sencilla, trabajadora. Su cabello castaño caía sobre los hombros, su piel era cálida y sus ojos oscuros brillaban con profundidad. Medía poco más de metro sesenta, y sus rasgos eran suaves y armónicos. Le gustaba entrenar. Sentía que debía estar preparada para cualquier situación, especialmente en una ciudad que no ofrecía garantías. Había aprendido a cuidarse, aunque esperaba jamás tener que necesitar defenderse de nadie.
Terminó su desayuno, dejó todo limpio y salió rumbo al trabajo. Tomó el autobús como cada día y llegó al edificio con puntualidad. Marcó su entrada en el sector de personal, donde la recibió Sergio, el guardia con el que solía intercambiar algunas palabras.
—Buenos días, Bianca. ¿Cómo va todo hoy? _ el saludo era el habitual del hombre, mientras observaba algo en una planilla de la empresa.
—Buenos días, Sergio. Muy bien. Ayer rendí mi última materia del semestre _ respondió sonriente ingresando feliz al lugar.
—Felicitaciones. Eres inteligente en muchas cosas… aunque en otras te aconsejo abrir bien los ojos _ el tono de voz del hombre se había vuelto algo extraño, parecía un poco áspero.
Bianca se detuvo un instante. El comentario le pareció extraño. Sergio nunca decía cosas así. Sonrió con cortesía y se despidió, pensando que tal vez se refería a que debía tener cuidado por andar sola. No le dio más importancia. Después de todo, qué era lo que podría estar mal o no estar viendo.
Por alguna extraña razón recordó el día en que conoció al amor de su vida:
Aquel día le asignaron un área que no solía cubrir: la oficina de vicepresidencia. La encargada habitual había faltado, y Bianca debía suplirla. Después de limpiar su propio sector, subió a la oficina y se concentró en su tarea, se suponía que debía terminar cuanto antes. Cuando giró para retirarse, se encontró de frente con Marcos.
Ambos se quedaron en silencio. Él la miró con intensidad. Ella bajó la mirada, sintiendo el rubor subir a su rostro. Se disculpó y salió rápidamente. Marcos la observó, fascinado por su gesto tímido y la naturalidad con que se desenvolvía. Era diferente a las mujeres con las que estaba acostumbrado a tratar. Por lo general todas eran chicas de clase alta, preocupadas solo por lucir hermosas, siempre con lo último de la moda. Ellas eran seguras, coquetas y sensuales, caminaban con la tranquilidad de quien sabe que el mundo le pertenece. En cambió esa pequeña niña parecía una ardilla asustada, buscando dónde refugiarse porque él la había visto.
Su timidez, sus mejillas sonrosadas, le parecieron la más hermoso y tierno del mundo y, desde ese momento, se propuso conquistarla.
Desde ese día, comenzó a acercarse. No usó ostentación ni palabras grandilocuentes. Invitaciones sencillas, flores, caminatas, conversaciones bajo la luna. Había dos razones para comportarse de esta manera, la primera era que ella apreciaba las cosas sencillas, la segunda y, más importante, no quería ser visto con una mujer de su clase en su círculo de amigos.
Su plan tuvo éxito. En un año, Bianca vivía en el departamento que él le ofreció, convencida de que ese amor era real. Marcos le pedía que dejara de trabajar, pero ella siempre se negaba. No quería depender de nadie. Amarlo no significaba renunciar a sí misma. Necesitaba sostener su proceso, demostrar que podía lograrlo por mérito propio. Esa había sido la enseñanza de su madre, algo que valoraba en gran manera.
Volviendo a aquella mañana, después de limpiar los pisos asignados, se retiró a su descanso. Por un inconveniente menor, le informaron que debía atender un imprevisto en el piso de los ejecutivos. La persona encargada del sector había tenido un accidente y ella era la que estaba disponible en ese momento. La oficina del CEO debía ser limpiada, pues el café se había derramado en el suelo y claro que alguien debía limpiarlo.
Bianca se puso pálida al saber que debía ir a limpiar a esa oficina. No le gustaba, se sentía inquieta e insegura con la mirada de Marcos puesta sobre ella, además de que el simple hecho de estar frente al padre de Marcos la ponía nerviosa, aunque él no sabía de su relación. Bianca soñaba con ser aceptada, con demostrar que era más que una trabajadora silenciosa. No podía imaginar que lo que escucharía ese día transformaría por completo lo que creía cierto.
Su mundo comenzaría a resquebrajarse antes de lo que ella imaginaba.