**DEBBIE** La duda era una termita. Pequeña, invisible, pero capaz de destruir estructuras enteras desde adentro. “En dos horas,” pensé, bebiendo un sorbo de mi martini, “Kevin Gautier verá a su mujer bajo una luz completamente diferente. Y yo...” Sonreí con mi reflejo en la copa. El tiempo pasaba, hasta que pasaron dos horas. Dos malditas horas sentada en este reservado del Café Noir, observando cómo mi martini se convertía en agua tibia mientras el hielo se derretía patéticamente en la copa. Miré mi reloj por decimoquinta vez. Las manecillas parecían burlarse de mí, moviéndose con una lentitud insultante. Kevin debería haber llegado hace cuarenta y cinco minutos. Cuarenta y cinco minutos. Revisé mi teléfono por última vez. Nada. Ni un mensaje, ni una llamada, ni una maldita expl

