**TIFFANY** El abogado era un hombre mayor, de unos sesenta años, con cabello plateado, perfectamente peinado hacia atrás y unas gafas de montura dorada que le daban un aire distinguido. Vestía un traje impecable de tres piezas. Pero lo que más me impactó fueron sus ojos: grises, penetrantes, pero también genuinamente amables. Ojos que habían visto mucho, que sabían guardar secretos. Me ofreció café. Acepté, aunque mis manos temblaban tanto que la taza tintineaba contra el plato de porcelana cada vez que la levantaba. No sabía que me esperaba. La ansiedad me estaba matando. —Tiffany. —comenzó diciendo, ajustándose las gafas y abriendo una carpeta de cuero marrón que tenía mi apellido grabado en letras doradas—. Primero, déjame decirte que lamento profundamente la pérdida de tu padre…

