**KEVIN** Mientras conversábamos, se me ocurrió ofrecerle empleo para tenerla cerca y a mi disposición. La sola idea encendió mi deseo, y tuve que cruzar la pierna para disimular mi excitación.”¿Qué te parece?”, le pregunté, tratando de mantener la voz firme, aunque por dentro me temblaba todo. Ella me miró con esos ojos que tanto me trastornaban, y por un segundo pensé que había leído mis pensamientos. “Sería un honor”, respondió con una sonrisa que me dejó sin aliento. Aceptó sin dudarlo, y yo, victorioso, me pregunté si había hecho lo correcto, o si me había condenado a una tortura deliciosa. La tendría cerca, sí, pero ¿a qué precio? La tentación constante, la lucha interna… todo eso valía la pena con tal de tenerla a mi lado. Y así, sin más, sellamos el pacto, ignorantes de las

