**KEVIN**
Cuando el abogado me entregó el documento, no lo abrí inmediatamente. Lo sostuve entre mis manos, sintiendo el peso del papel prémium, el grosor exacto que había especificado. Todo tenía que ser perfecto. Cada detalle. Cada cláusula. Cada palabra cuidadosamente seleccionada para crear una jaula tan hermosa que ella ni siquiera se daría cuenta de que estaba entrando en una.
Me recliné en mi silla de cuero italiano, la que mandé hacer a medida en Milán, y finalmente abrí el sobre. Mis ojos recorrieron el documento con la precisión de un cirujano examinando su campo de operación.
Perfecto. Absolutamente perfecto. Sonreí. No fue una sonrisa cortés ni social. Fue la sonrisa de un hombre que acababa de colocar la última pieza de un rompecabezas complejo. Fue la sonrisa de quien s
