George luce enfurecido. De verdad que los insultos de Claudia puedo sobrevivirlos, pero los celos, de ver a Santiago tocándome y existiendo en mi espacio, lo carcomen y estalla de inmediato. Le empuja y pregunta de forma airada:
—¿A qué putas estás jugando Santiago, por qué vienes detrás de mí?
—No voy detrás de ti, voy detrás de Regina y si vuelves a tocarme, te aseguro que no te va a ir bien.
Por supuesto que le tocó de nuevo y obviamente se dieron a golpes como un par de niños pequeños que disputan un juguete. No digo que el hotel hubiese dejado pasar el hecho de que hubiese dos adultos enormes pegándose de manera vergonzosa, pero si tal vez, solo tal vez, Claudia no hubiese tomado un lado y le hubiese dado indicaciones tan escandalosas a Santiago, no hubiésemos perdido nuestras habitaciones.
—¿Pellízcale un huevo? —pregunto mientras bajamos al lobby.
—Ya sabes cómo me pongo.
—Estoy buscando donde reservar —nos dice Tom.
—No hace falta, vamos a mi departamento, cabemos los cuatro si Santiago se entretiene con los huevos.
—Soy fan de ti, eh, pero en lugar de yoga, vamos a ir a boxeo, necesitas tenerlo claro.
—Tú ocupas terapia —le advierte su esposo—. ¿Qué tal si vamos a un hotel? No queremos abusar.
—Pensé que Santiago era un extraño, es raro, pero... conocido —respondo— y hoy me caes muy bien.
—Hay posibilidad...
—No lo arruines, digo, mientras les señalo el auto.
El chófer nos lleva al apartamento. A Claudia parece encantarle los cambios y tanto ella como Tom se ofrecen a hacer la compra para sentir que están colaborando en algo. Santiago quiere algo para el golpe que lleva en la cara, yo le busco una bolsa con hielo, y me siento junto a él en el sofá.
—Siento que te hayas llevado una golpiza.
—Es un imbécil por dejarte ir. —Responde.
—Sí...
—Pide lo que quieras... pero, apóyame.
—No quiero estar cerca de George.
Santiago lo deja ir, se acuesta en el sofá y yo voy a prepararle un té y buscar unos antiinflamatorios. Mientras no estoy viendo, él se cambia la bolsa de hielo de lugar a las costillas. Me siento a su lado y le examino, tiene un morado terrible.
—¿Seguro que no necesitas atención médica?
—Seguro, solo caí contra una silla y luego al suelo.
—Vale, tengo una crema antiinflamatoria, verás que te ayuda.
—Seguro que sí. Le tomo de la mano y le ayudo a incorporarse. Le llevo a mi habitación y le doy la taza de té mientras voy a buscar la crema. Él insiste en que no le duele demasiado y yo insisto en hacer realidad esa premisa. Santiago me hace una seña para que me acueste a su lado. No sé si es el té, el medicamento o simplemente estar metido en una cama con alguien, pero se queda dormido. Cuando escucho a Claudia y Tom en la cocina, salgo para intentar ayudarles pero tienen un montón de planes para nuestra cena.
George ha logrado truncar nuestros planes de salir a cenar, pero no las ganas de Claudia de pasarlo bien no desaparecían. Santiago regresó a su puesto en el sillón, y Tom se sentó a su lado a conversar quedito mientras nosotras hacíamos lo mismo.
—Creo que le gustas.
—Creo que él es sobreprotector.
—Creo que le gustas, voy a quedarme con mi teoría.
—Pela el camarón, porque es el favorito de tu nuevo novio.
—Que pesada eres.
Tom estaba haciendo lo mismo con Santiago, ser pesado y tratar de unirnos, y no quiero acusarle de nada, pero sé, porque conozco a Claudia que tiene algo (muchísimo) que ver.
—No está mal enamorarse.
—Ya sé, pero, no estoy enamorado. George es un imbécil y la próxima puedes ayudarme.
—Te ayudé a no ir a la cárcel hoy.
—Vale, muy buen primo... o lo que sea.
Nosotras terminamos la cena, muy moderno eso de servirles a hombres, pero por hoy creo que está bien. Santiago, el hombre al que le he pasado crema en la piel que lleva morada, cree que es una buena idea tomar vino como prostituta sedienta, pero no necesito regañarle porque Tom lo hace por mí. Claudia le rellena la copa y lo describe como un héroe. Me río, de verdad que sí, porque estos dos podrían ser mejores amigos en otra vida.
—Ven, voy a abrazarte.
—Ahh, Claudia, gracias por valorarme.
—Eres un campeón. ¿Qué crees que sea tu tipo de capa de superhéroe o máscara?
—Ohh, capa como Mr. Increíble. —Tom les mira desesperado y yo me río. Claudia le da un beso en los labios a su marido y corre su silla hacia su lado. Santiago acerca la mía a la suya, y Tom nos pregunta cómo nos conocimos.
—Mi papá nos presentó.
—La vida simplemente nos quiere juntos. —Señala Santiago. —Tengamos una cita.
Su propuesta deja a Claudia encantada, ella de repente es fan absoluta de Santiago y acepta en mi nombre mientras niego con la cabeza. Todos parecen esperar una respuesta y él lo dice de nuevo.
—Salgamos, ya sabes, con ropa, comida, te trato de meter mano, pero no tanta, y te das cuenta de que soy un diez, porque lo soy y si vas a desaprovechar un poquito el tiempo, por qué no en mí, estoy guapo, forrado y soy mega divertido.
—Puta, con esa descripción. —Le digo ya seria. —Santiago, no quieres estar conmigo, quieres ganar el pulso que tienes contra George, y a mí no me apetece estar en medio.
—Piénsalo, será como una cita de práctica para prepararte para el tipo guapo que te saluda en las mañanas—Comenta Claudia muy emocionada.
—Claudia...
—Qué, suena sexy por teléfono, y sé en mi corazón que es guapo y cabello n***o, una barba frondosa.
—Sí, es alto y sexy, pero ya pasé por lo de acostarme con el jefe. Este apartamento me gusta y el tipo en cuestión es dueño del lugar.
—Ahh, no te creo.
—Sí.
—Estoy pidiéndote una cita.
Lo pienso un par de segundos y la verdad una cita no nos puede salir mal, incluso puede ser divertido así que acepto. Tom se ríe por lo obstinado que es su primo y nos quedamos conversando estupideces hasta que llega la hora de dormir, comparto habitación con Santiago y este se coloca un pijama antes de meterse a la cama.
Yo hago lo mismo, me peino el cabello y me acuesto del otro lado. Santiago se acerca y le doy un empujón, y se queja de dolor. Me disculpo de inmediato y me giro para ver cuánto lo he cagado.
—¿De verdad vas a venir a la cita conmigo?
—Sí, ya acepté.
Santiago juguetea con mi pelo, y yo me acerco un poco a su lado de la cama. Cierro los ojos y él encuentra la forma de abrazarme. Uno podría mal acostumbrarse a esto, de verdad uno podría sentirse atraída por muchas cualidades que tiene Santiago. Uno podría despertarse en medio de la noche, con algo duro contra su pierna. Le rozo con la mano y Santiago suspira pesado. Me aparto y voy un momento al baño, tomo un poco de agua y cuando salgo le encuentro medio despierto.
—¿Estás bien? —pregunta.
—Estoy bien, solo se me secó la garganta —respondo y él me da un beso en los labios antes de girarse de nuevo para dormir. Le abrazo y le acaricio el pecho. Santiago me ignora al principio, pero sus dedos se unen con los míos antes de decir:
—No empieces algo que no quieres terminar.
—Tal vez...—empiezo a decir.
—No voy a bajarte las bragas hasta que hayamos tenido una cita, y sienta que te lo mereces.
—El que pierde, definitivamente eres tú —digo con mi mano sobre sus genitales. Santiago ríe y se gira.
—¿Quieres hablar de algo?
—No.
—¿Quieres de verdad follar? —pregunta.
—Me apetece algo como no tan salvaje, pero, sabes como un dedo a veces ayuda a que uno se duerma.
—Umm, sí, quieres uno o quieres más.
—Sorpréndeme.
—No, yo soy un hombre de bien y te prometí una cita.
—Hemos follado antes.
—Vale, pero estoy intentando demostrar un punto así que o te aguantas o me voy a dormir al sofá.
—Ve a dormir al sofá. —Santiago me ve incrédulo antes de tomar la cobija y la almohada e irse de la habitación.
—Ahora hasta virgen eres.
—Honorable, soy un hombre de verdad, un caballero y te estoy pidiendo el favor de que tengas una relación conmigo y si tengo que sobrellevar un síndrome de bolas moradas, por un par de semanas hasta que digas que sí. lo haré.
—¿Un voto de castidad, eso es lo que quieres?
Santiago se da cuenta de lo que se está por meter, y yo me doy cuenta de lo complicado que será para él, así que salgo d el a cama y le jalo de la cobija.
—Ven a la cama, y si puedes pasar un mes completo sin follar conmigo o con cualquier otra, puede que acepte tu boda y tus cosas, solo... necesito evaluar mis términos.