Que quede claro

1500 Words
Ya de vuelta en la ciudad, la vida parece correr mucho más rápido. Santiago sale casi corriendo para irse de viaje. Yo tengo algunas tareas que me ha dejado mi papá para mis trabajos, así que me pongo a ello. Los días se van rápido entre mensajes y llamadas, trabajo muchísimo trabajo, el tiempo se va volando cuando encuentras un propósito, en realidad, cuando haces lo que te gusta, mi empresa comienza a despegar luego de un mes y me gusta los proyectos que estoy llevando, me emocionada, así como lo mío con Santiago. No sé en qué momento Santiago me hace tanta falta, pero me encuentro ansiosa esperando su llamada. Sin embargo, por primera vez en cinco días, no me llama, ni siquiera para decirme una estupidez, y me preocupo ligeramente. O sea, no creo que esté muerto porque me escribió en la mañana, pero no sé si está… enfermo o sí… Mi teléfono suena, y tomo la llamada de mi hermana, quien me cuenta que el bebé se mueve. Me emociono con ella y le pregunto cómo se siente, qué se siente. Ella me lo describe todo con bastante detalle. Linnie suena tan feliz que me propongo hacerle una fiesta y celebrar con emoción la llegada de este bebé. Después de hablar con ella, llamo a Gretta, quien está de acuerdo con hacer una celebración pequeña, familiar e íntima. Me ilusiono con la idea y, de pronto, escucho algo en la casa. Los perros están agitados. Tomo una de las lámparas y empiezo a revisar. —¿Santiago? —pregunto. —No es gracioso —le advierto y continúo caminando por la casa en busca de mi novio. Los perros siguen ladrando con todas sus fuerzas, lo que me asegura que hay alguien en casa o en los alrededores. Llamo a los encargados de seguridad, quienes ingresan rápidamente y buscan de un lugar a otro. No encuentran nada más que la puerta del balcón abierta. Yo me voy a dormir con los perros en la habitación. Me cuesta demasiado conciliar el sueño. Escuché pasos, estoy segura, pero trato con todas mis fuerzas de tranquilizarme. Santiago llega en la madrugada. Me mira a los ojos y me pregunta si estoy bien. Asiento y él me da un beso en la frente. —¿Por qué no me llamaste? —No quería molestar y creo que fue mi imaginación. Es lo más probable, ¿no crees? —No importa lo que pase, me llamas enseguida, siempre, ¿entendido? —pregunta mientras se cambia la ropa y viene a acostarse. Me abraza, y me siento mucho más tranquila. Me llena de besos y me abraza. Le abrazo de vuelta y me quedo dormida poco después. Cuando despierto, preparo un desayuno completo y buenísimo para Santiago y para mí. Él se queda acostado y me mira mientras acomodo la bandeja en la cama. —¿Cómo está tu agenda? —pregunta. —Tengo una clienta hoy, estoy muy emocionada. Es mi primer cliente —le digo con entusiasmo, y él ríe. —Entonces, dormiste con Luni y Sol. —Son guardianas. Ayer me avisaron de todo. Además, me aman, somos amigas. —Qué lindas —responde. Le da una mordida a su tostada, me da las gracias por el desayuno y me pregunta si quiero y puedo ir a hacer un poco de ejercicio con él. Acepto. Santiago y yo salimos a dar una relajante caminata y, cuando finalmente regresamos a casa, voy a alistarme para trabajar. Le pregunto por mi outfit unas cien veces y él se ríe antes de acercarse, besarme en la frente y decir con toda seguridad que me veo guapísima y que lo voy a hacer demasiado bien. —¿Cenamos juntos? Estaré aquí hasta pasado mañana. Tengo cosas que hacer en la India. —Vale. No quiero ir a la India, pero cuando toque París o Madrid, me llevas. —Podemos sacar unos días. —Ya no. Oficialmente soy una mujer que trabaja, pero me encanta la oferta. Santiago se ríe, se despide con un beso en los labios y yo prometo escribirle. Acepto definitivamente cenar con él. Me voy feliz a trabajar y tengo que manejar una hora hasta mi primer cliente. Escucho su proyecto, tomo notas y paso casi cinco horas con ella, hablando sobre su tienda y generando una nueva estrategia. Me siento encantada como nunca. Me queda una reunión cerca y me pido un café del tamaño de mi cara, acompañado de un pastelillo para no llenarme demasiado antes de la cena con Santiago. Entonces veo a George ingresar al restaurante. Ruedo los ojos. Él se acerca, toma asiento a mi lado, me da un beso en la mejilla y suplica que no me vaya. —Tengo que irme, tengo una cita. —Yo soy tu cita. —George, tengo una pareja estable que no está casado con otra mujer. Independientemente de Santiago, no quiero estar contigo. Ya no quiero saber de ti. Por favor, déjame. —Yo te amo. Mi hijo me necesitaba, y mi exmujer hizo todo mucho más complicado. Acabé… —No necesito saberlo. Lo que pasó entre nosotros es eso… pasado —respondo y me pongo de pie. Voy hacia mi auto. George me sigue y ruega que le escuche. Me llena la cabeza de preguntas: por qué Santiago, por qué no quiero escucharle, cómo pude dejar de amarle. Y esa última me pesa. Porque le quise, demasiado. Él me amó tanto y me llenó de tantas ilusiones que era imposible no sentirse seducida por el exceso de amor que había entre nosotros. Pero… simplemente dejé de sentirme así por él. ¿Simple o con ayuda de Santiago? —Déjame en paz —le advierto. —Regina, Santiago no es una buena persona —me dice—. Déjalo. Solo quiere venganza. Me odia de toda la vida. —Eso es entre ustedes —trato de abrir la puerta y él interviene. Me ruega que le escuche, me mira a los ojos y se acerca. Me besa. Sus labios están sobre los míos y, por un par de segundos, se me olvida. Solo es George. Se siente como siempre: suave, dulce, real. Y entonces recuerdo que con él nada es real. Le empujo. Se aparta y me mira con cierta desesperanza mientras subo a mi auto y conduzco de vuelta a la ciudad. Santiago está en casa. Se ve serio. Pregunta sobre mi día y, antes de que lo haga, sé que ya sabe que lo he visto. —Trabajé y luego fui a ver a un cliente. George estaba ahí. —¿Ah, sí? —Tenía demasiadas cosas que decir. No quise escucharle. Nos besamos… y he venido corriendo a casa. —Vale. Creo que regresaré hoy mismo. Tú estás bien, la casa está más segura. Contraté a alguien para que vayas y vengas con más seguridad, si quieres. —Santiago, volviste de no sé dónde a las tres de la mañana porque creíste haber escuchado algo. —Estás bien. Ya puedo irme. —No, dijiste que íbamos a cenar. —Has estado con él. —No fui con él. Fui con un cliente que resultó ser él y te estoy contando todo lo que pasó. —Vale. Gracias. Tengo que irme. —No quiero que te vayas —le grito. —¿Qué putas estamos haciendo, Regina? —pregunta enojado—. Esto es una mierda, un día eres alguien dulce que se duerme entre mis brazos y al siguiente te estás besando con tu ex. Creo que necesitamos sentar cabeza. O somos socios o amantes, y la verdad, esto para mí no está funcionando. ¿Por qué putas lo quieres? —Ya no lo quiero —grito frustrada—. Vine a decírtelo porque no quiero que lo use en mi contra. —¿Por qué no me quieres a mí? —Santiago... —respondo, y él suspira frustrado antes de salir de la casa. Me voy detrás, pero se ha subido al carro y corro como una loca; me le tiro encima. —¿Quién putas te crees, un adolescente? Estás peleando conmigo, ven a que te grite de vuelta y, después de que te mande al infierno, te largas —Santiago sale del auto. —Te volviste loca, te pude haber atropellado. —No me importa, no lo quiero. No quiero nada con él. —Ya lo dijiste, pero no sabes qué quieres conmigo. —Bueno, algo quiero, estoy aquí peleando. ¿No es suficiente? —pregunto—. Tú tuviste tiempo para procesar lo que sentías, yo no sé... Está bien. ¡Ya! Estoy aquí, pidiéndote que no te vayas. ¿Qué más quieres...? Qué desconsideración. Y vamos adentro, que se me congela el alma y no puedo pensar bien si me miras así. Santiago me carga al interior de la casa. —No todo se resuelve con sexo. —No, pero voy a recordarte definitivamente por qué yo y no él.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD