Décimo Capítulo

1131 Words
Baje las gradas imaginando el sonido de terror que ponen en todas las películas de miedo. Quería darle un poco de suspenso a mi vida llena de aventuras. No podía decir que era aburrida por que estaría mintiendo, ver hacia tras a todo lo que he vivido me daba cuenta de que jamás pase un día tan aburrido siempre lleno de situaciones incomodas, inesperadas y problemáticas. Aburrida en la parte de la rutina diaria, sí que lo era. Eris llego antes, ya que sus largas piernas lo permitían. Salió hacia la sala, pero no escuche sus lágrimas como esperaba o su “papá te extrañe” no la vi abrazada de un hombre. Nada es como lo esperas. Al entrar entendí, mi madre se encontraba conversando con una señora mayor. No se encontraba el esperado padre, solo aquella mujer muy bien vestida que observaba a mi hermana y a mí con curiosidad. —Ya que las señoritas están aquí, puedes empezar. —Hablo aquella mujer sin dejar de vernos, sonreía con amabilidad y nos miraba con nostalgia. —¿Es usted nuestra abuela? —Pregunto mi hermana acercándose a ella. —¿Y papá? —Sus lágrimas no fueron falsas como de costumbre, esto le afectaba realmente. Nos afectaba a todas, aunque cueste decirlo me afectada y tenía que aceptarlo, por mucho que mi orgullo le molestara. Yo me quede de pie en el arco de la puerta, escuchando atentamente los llantos de mi hermana y las suplicas de mi madre. Estaba por irme, por dejar que ellas pasaran un tiempo en familia muy fabuloso hasta que volvió hablar la señora. —Ana, ya tu hija es mayor de edad las dos son unas adultas, ambas merecen saber la verdad. — Mi interés creció aún más al escucharla. — Mi hijo fue muy claro, a las niñas no les faltaría nada, solo te pedía que cuando llegara el tiempo lo que causaste lo arreglaras. —¿Qué sucede mamá? —Pregunto Eris igual o más confundida. —¿Qué causaste? Me adentre a la sala, tenía curiosidad de saber de qué se trataba, si esto estaba relacionado con ambas había muchas preguntas de por medio. —Si dinos, madre, que causaste. — Aquellas palabras salieron de mis labios sin mi consentimiento, pero es que pensar, en que sería tan grave que se miraba tan sumisa ante la señora. —Sabes que si no les dices tú se los diré yo. —Volvió a amenazar la señora. Sali de la casa sintiéndome una extraña, sentía que no era mi cuerpo ni mi vida. No quería imaginar como Eris se sentía, ya que fue la más dolida en esta mentira, una parte de mi lo esperaba. Mi madre se encargó de hacerme sentir que no pertenecía a la familia. —Oye, pero que guardadito lo tenía tu madre. —Me dijo Mercí limpiando el mueble donde poníamos los platos desechables. —Tuvo una aventura con dos hermanos y una hija de cada uno. —Merci, cuando aprenderás a mantener el pico cerrado. —Prosiguió Amparo siempre a la mano de la prudencia. —Está bien, no me molesta ni me duele. Una parte de mi imaginaba que mi madre tenía una razón para odiarme. —Pero no eres la culpable, ella se revolcó con los dos hermanos. no tu. —Merci se puso de pie con el trapo mojado en sus manos, camino hasta mí y me susurro. — Tu madre es una perra. —María Mercedes. —grito la señora Amparo, un poco más y nos rompe los tímpanos. — ¡Dios dame paciencia! —María Dalia. —Se burlo Merci, me molestaba que llamara perra a mi madre pues al final del día ella seguía siendo mi madre quien me dio la vida a pesar de que me odiara. —¡Dame paciencia Dios! ¡Esta niña me saca canas! —No mienta señito, esas canas se las sacaron sus hijos. —La señora Amparo le arrebató el trapo y la comenzó a golpear con el mientras Merci reía a carcajadas y trataba de huir de ella. —No me respeta, ella no tiene respeto por sus mayores. —¿Entonces? —Pregunto Merci secándose la cara con toallas de papel. —Tu eres hija de tu padre, y Eris es hija de tu tío, tú padre se fue porque creía que tú eras hija de su hermano y Eris hija de él. —Yo ya me enchibolé. —Se quejo la señora Amparo. Mamá estaba joven cuando conoció al hermano de mi padre, es lo que ella menciono. Para entonces no sabía que eran hermanos, hasta que hicieron una reunión familiar donde mi padre la presentaría como su novia. Ella ya estaba embarazada de Eris y por supuesto quien se hizo cargo fue su futuro esposo ósea mi padre. Dos años después quedo embarazada de mí, en ese tiempo mi padre ya tenía sospecha de la traición de su hermano y esposa, puesto que las visitas las miradas y los toques no eran el de cuñados. La abuela enterada de las sospechas de mi padre decidió hacer una prueba de ADN. —Mi madre me culpo, porque mi supuesta abuela creyó que el peine que mi madre sostenía en sus manos era mío. —Había peinado a mi hermana mientras me cargaba en sus brazos. — La abuela tomo esos cabellos para hacer la prueba de parentesco. —¿Creyó que el parentesco era contigo? —Pregunto Amparo. —Cuando en realidad era con Eris. —Siguió Merci. —Eris está destrozada, salió de la casa envuelta en un mar de llanto. Se que no fue buena conmigo, pero nadie merece crecer en una mentira. —Tu vida es más emocionante que la mía. Hoy que mis sobrinos están en casa se ha vuelto un caos. —Ahí tienes tu emoción. —Se rio la señora Amparo. No dejaba de pensar en todo el embrollo familiar, quería creer que no me afectaba ni me importaba. Sin embargo, quería saber por qué después de saber que yo era su hija no volvió Estaba tan enfocada en el caos familiar que no vi de donde salió ni en qué momento llego hasta donde me encontraba. —Hola, disculpa quería saber cuál mayonesa es mejor. — Me sobresalte ya que mi mente se encontraba divagando. —Lo siento es que las compras no son lo mío. Otra vez esos ojos cielos me tenían paralizada, sus cabellos estaban tan esponjoso que quería meter mis dedos y jugar con ellos. —Amm, mmm. —No sabía que decir, me había quedado muda, además que no era una experta en la cocina. —Lo siento, creo que es esta, bueno es la que más se vende.
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