bc

Cuando crezcas, serás mía

book_age18+
2.8K
FOLLOW
23.3K
READ
HE
drama
kicking
small town
like
intro-logo
Blurb

Llegó a la hacienda siendo solo una niña... descalza, hambrienta y rota por dentro.

Él, el joven y apuesto hacendado, nunca imaginó que abrirle la puerta sería también abrirle el alma.

María creció entre caballos, tierra mojada y miradas que nunca se atrevieron a cruzar la línea.

Pero el tiempo no se detiene… y el deseo tampoco.

Entre cartas que guardan secretos, ausencias que duelen y un amor prohibido que se niega a morir,

la historia entre María y Ramiro arde en silencio, esperando el momento justo para estallar.

Porque hay amores que no entienden de edades...

Y hay promesas que solo el tiempo puede cumplir.

chap-preview
Free preview
La llegada a La Herradura
Toqué la gran puerta de esa enorme hacienda. Tenía días sin probar bocado. Me sentía débil, sin fuerzas, sin rumbo. Desde que mi tía Rita me corrió de su casa, no había hecho más que caminar y aguantar hambre. Ella pensaba que yo quería quitarle a su marido, ese hombre borracho y repugnante que todas las noches se asomaba cuando yo dormía… y que me espiaba mientras me bañaba en el río. Una tarde, le confesé la verdad. Le dije que su esposo me estaba mirando de forma extraña. Y ella, en lugar de protegerme, me gritó y me echó de su casa. Desde entonces, he andado sola, bajo el sol, el viento y la tierra seca. Estoy alucinando. Veo luces de colores. —Dios mío… —susurré—. Que alguien abra, por favor... A lo lejos, escuché el sonido de unas botas acercándose. El calor del sol me tumbó. Caí en el suelo de tierra apisonada. Cerré los ojos, y cuando los abrí... ahí estaba él. Ramiro Bárcenas. El hacendado del que todos hablaban en el pueblo. ¿Tanto había caminado…? Me miró con sorpresa. Tenía los dientes blancos, un bigote perfectamente recortado y olía a lavanda. Era alto, de piel clara, ojos verdes y cabello castaño. Qué guapo era… —Niña, ¿cómo te llamas? —me preguntó con voz firme pero suave. —María, señor. —¿Por qué estabas en mi puerta? ¿Sabes que pudo pisarte un caballo? —Lo siento… es que… hace días que no como nada. —¿Y tu familia? —Mi madre murió de tuberculosis. Mi padre lo mataron defendiendo el ganado. Mi tía me cuidaba… pero me corrió. Cree que quiero quitarle a su esposo. Sólo… sólo quería un poco de agua, por favor... El señor Ramiro me miró con lástima. Era obvio que no tenía más de doce años. Mi piel estaba quemada por el sol, mi cabello desordenado, mi ropa rota… pero sus ojos se detuvieron un instante en mi melena dorada y mis ojos cafés. Algo más que compasión cruzó por su rostro. —¡Meche! —llamó con voz fuerte. —¿Sí, patrón? —respondió una mujer de mediana edad, con delantal y trenza al hombro. —Dale de comer bien a esta niña, búscale ropa limpia. Báñala y arréglala. —Sí, señor. Meche se me acercó con ojos grandes de sorpresa. —María… ¿qué haces aquí, niña? ¿Te escapaste de tu tía? —No, Meche… ella me corrió. Cree que quiero quitarle a su marido. —Ese hombre asqueroso... nadie lo quiere. —Me espiaba, Meche. Le dije a mi tía, pero no me creyó. —No te preocupes, niña. El patrón es un gran hombre… medio amargado, pero buen hombre. Vamos a la cocina. Entramos a la hacienda. Era enorme, con cuadros de la Revolución Mexicana, trofeos de caballos pura sangre y un retrato grande del señor Ramiro colgado sobre una chimenea de cantera. —¡Wow! —susurré con asombro. —Sí, María. Esta es la hacienda más grande de todo Zacatecas —respondió Meche, con una sonrisa orgullosa. —Sólo comeré y me iré. Gracias, Meche… —¿Cómo que te vas? El patrón dijo que te bañe, te peine y te busque ropa. —¿Me va a adoptar? —¡Jajaja! No tanto… pero al menos hoy ya tienes dónde dormir. Meche me sirvió un plato de puerco en adobo, arroz, frijoles del fogón y tortillas recién hechas. Comí como nunca. Bebí agua hasta llenarme. Desde lejos, el señor Ramiro me observaba en silencio, apoyado contra una columna de piedra. “Pobre niña…” pensó. “¿Por qué hay gente tan cruel con los inocentes?” Después de bañarme, me dormí profundamente en un sillón del recibidor. Fue ahí donde me encontró un niño de cabello oscuro, ojos grandes y sonrisa amistosa. —Hola —me dijo. —¿Quién eres tú? —Julio. ¿Y tú? —María… ¿eres hijo del patrón? —No, soy hijo del capataz, don Martín. —¿Y qué haces aquí? —El patrón me va a dar trabajo. —¿De qué? —Lo que sea, con tal de no estar en la calle. ¿Quieres ver los caballos? —¡Siiii! Nos fuimos corriendo a las caballerizas. Julio me habló de los concursos de caballos, cómo los cuidaban, los bañaban, los entrenaban. Reímos entre establos y henos hasta que escuchamos la voz del patrón detrás de nosotros. —¿Qué hacen? —preguntó Ramiro, cruzado de brazos. —Nada… —respondimos los dos al mismo tiempo, asustados. —Niña, ven acá —dijo con seriedad. Corrí hacia él. —¿Ya comiste? —Sí, señor. Gracias. —¿Ya te bañaron? Qué bueno. Sus ojos brillaban con la luz del atardecer. Eran tan verdes… —¿A dónde piensas ir? —me preguntó. —No sé, señor… no tengo casa. —Bueno, si no tienes dónde ir, puedes quedarte aquí. En la hacienda La Herradura. —¿En serio, patrón? —¿Ya me dices patrón? —rió divertido. —Perdón… —Ayudarás a Meche con el nixtamal. Y por las tardes, con Julio, atenderás a los caballos. —¡Gracias, patrón! ¡Gracias! —lo abracé con fuerza. Él sólo me acarició la cabeza con suavidad. —Pero debes ir a la escuela. —Sí, patrón. —Le diré a María, la maestra del pueblo, que se encargue de eso. Y que preparen una habitación para ti. Esa tarde, Julio y yo seguimos jugando. Meche me preparó un cuarto, prometiendo que al día siguiente verían cómo inscribirme en la secundaria del pueblo. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí en casa.

editor-pick
Dreame-Editor's pick

bc

Venganza por amor: Infiltrado

read
64.6K
bc

La embarazada sacrificada

read
3.1K
bc

Prisionera Entre tus brazos

read
101.7K
bc

Una niñera para los hijos del mafioso

read
52.6K
bc

Mafioso despiadado Esposo tierno

read
25.4K
bc

Eres mío, idiota.

read
3.6K
bc

Profesor Roberts

read
1.7M

Scan code to download app

download_iosApp Store
google icon
Google Play
Facebook