Heredera divorciada.

— ¿Quién es esa mujer? —preguntó Alexander desde su asiento, al ver maravillado a la mujer más elegante y con clase que ha visto en su vida, a pesar que desde su lugar no podía ver su rostro con claridad, pero estaba seguro que nunca antes la había visto, de lo contrario, no la sacaría de su cabeza ni por un segundo, no hubiese dudado en envolverla en sus redes seductoras. A su cabello castaño no le hacía falta un peinado producido, tampoco necesitaba un maquillaje extravagante para llamar la atención de cualquier hombre que pasara por su lado, las ondas de su cabello caían con sutileza sobre su hombro, dejando a la vista el escolte de su espalda, su piel pálida lucía tan delicada y suave. Su vestido plateado se balanceaba de un lado a otro mientras bailaba acompañada de un hombre mayor, lo primero que se le pasó por la mente era que estaba bailando una pieza con su padre, hasta que el asistente le respondió. — Es Sarah Petit, señor, su ex esposa. —aquellas palabras retumbaron en su cabeza una y otra vez, mientras recordaba a aquella mujer con la que estuvo casado por dos años, aquella que creyó amar, la que no le movía ni un pelo. Qué ironía. Ahora le estaba moviendo el mundo.