El doctor regresa, con una botella de agua entre sus manos, entra en la habitación, y se encuentra que estoy recostada en la cama con los ojos llenos de lágrimas. Se acerca a mí despacio, y me toca el hombro.
—¿Quieres un poco de agua? —me ofrece para que continúe contándole que fue lo que pasó.
—¿Por qué me hace recordar todo una y otra vez? —respondo aceptando la botella—. No se da cuenta del daño que me están haciendo en este lugar, estoy harta de estar aquí encerrada y muy cansada de que me estén preguntando siempre lo mismo —termino de decir limpiándome las lágrimas de la cara.
El doctor espera a que me vuelva a sentar, al ver que no lo hago y que me quedo recostada mirando a la pared, como una niña, aprovecha mi sentimentalismo y me aborda con sus preguntas de nuevo.
—¿Qué pasó esa noche?, como se enteraron de lo de la niña.
«¡Dios mío! Otra vez no», pienso en alto sin poder evitarlo. Me doy la vuelta, sé que no tiene sentido intentar ocultarme y no hablar, para mí todo esto es muy difícil; pero la insistencia de doctor me pone de los nervios y decido continuar hablando.
—Fuimos a casa de Mareck. Le preguntamos por mi hija, él solo se reía de nosotros entonces Nicoletta le interrogó, le dio un tiro en la pierna y cuando escuchó lo que quiso le dio un tiro en sus pelotas.
»Por lo cual ella no le mató, el murió desangrado porque estaba solo en casa, y eso le pasó por llevarse a la niña. Desde entonces Vladimir nos ha hecho la vida imposible, nos ha perseguido, y nos perseguirá hasta el fin del mundo —termino de explicar, mientras las imágenes de mi cabeza se entremezclan con cada una de las palabras que me van saliendo por la boca.
—Ve señorita, ese tal Mareck sí existía y Yurik también —responde, afirmando sus palabras con la cabeza, mientras toma más apuntes.
No puedo dejar de mirarle esa contestación hace que me hierva la sangre y, deje de contener el cabreo que llevo por dentro. Cada vez que pienso que nadie sabe quién es Vladimir se me descompone el cuerpo, es como si se lo hubiese tragado la tierra, pero eso es imposible, por muy bien que se esconda, el planeta es demasiado grande. Menos mal que yo tengo confianza en mí misma de que algún día me le podré echar a la cara.
—No me importa lo que usted diga, quiero salir de aquí —reclamo poniéndome en pie.
Se da cuenta de que está consiguiendo sacarme de mis casillas, y el muy cerdo se ha propuesto apostar por todo lo alto, y rápidamente me pregunta:
—Señorita, ¿por qué los mató a todos?
—Yo no maté a mi familia, solo maté a Carlos y a Esthela. —Trato de justificarme, sabiendo que tengo que tener a mi familia escondida, ya que si Vladimir los encuentra los matará.
—Me estoy cansando, o decide hablar o no saldrá de aquí en todo lo que la queda de vida —responde enfurecido, al no tener ninguna clase de información nueva.
Ya no sé qué más hacer por eso solo le miro, y sonrió. Este doctor lleva demasiado tiempo interrogándome, en sus ojos puedo ver que está tramando algo, para evitarlo; decido evadir su cabreo y continuar hablando:
—En vista de que no le dije a Vladimir donde estaba Nicoletta. Él se buscó la forma de sacar a esos dos de la cárcel, esas dos ratas me volvieron a encerrar, me tuvieron durante un año retenida, en el sótano de una cafetería.
»Ahí estuve atada, retenida contra mi voluntad, estuve de nuevo en un país extranjero, ellos dejaban que otros hombres abusarán de mí sexualmente, cada noche y cada día. Entre la muerte de mi marido y eso, ese perro se ha encargado de que mis últimos cinco años fuesen un verdadero infierno.
Cuando termino de hablar, el doctor insiste con sus preguntas:
—¿Está segura de todo eso?, por qué lo que me consta aquí es que usted ha estado pagando, voluntariamente el colegio de sus hijos, para irse a vivir con su amante a Italia.
Ya no lo aguanto más y me pongo en pie, estoy muy hasta el gorro de escuchar esos comentarios. Cada vez que los médicos dudan de mi palabra, me cabreo tanto que pregunto sin sorprenderse mucho:
—¿Quééé?... ¿Están todos locos?, ¿quién va a ejercer la prostitución por voluntad propia? Mire las marcas que tengo en todo mi cuerpo, me ataban con cuerdas, me pegaban con látigos, y siempre era por la misma pregunta. ¿Dónde está Nicoletta? ¿De verdad cree que me haría esto yo sola?, déjeme decirle que no.
—Y… ¿Dónde está Nicoletta?, lo sabe, ¿sabe dónde vive?
—No lo sé, ¿por qué me hace esa pregunta?
—¿Ya lo sabe?, quizás nos pueda servir como testigo esa señorita.
—No tengo ni la menor idea de dónde puede estar, y déjeme decirle, que sí, yo fui quien mató a esas dos ratas, ese día me azotaron tanto con un látigo que mi espina dorsal quedo al aire. ¿Ve esta marca? —le explico, bajando la cintura de mi pantalón, para enseñarle la terminación de mi columna.
—Sí señorita, se ve que la dieron bien fuerte, quizás es que usted sea un poco mala. ¿No cree?
—Me dejaron allí tirada tres días, casi no podía moverme. Ese día se dejaron la puerta del sótano abierta, y les seguí como pude. La verdad que me costó mucho trabajo poder andar en esas condiciones. Ellos estaban celebrando que habían vendido a otra de sus chicas, desde que se aliaron con Vladimir el dinero nunca más les supuso un problema. Gracias a él, Carlos se convirtió en rico, y pudo abrir más cafeterías.
»Como pude me escondí en la cocina de la cafetería, estaban tan borrachos que no se dieron cuenta de su desliz con la puerta. Cuando se quedaron dormidos abrí el gas de los fuegos, más dos botellas de gas que tenían allí dentro, también las clavé una púa de acero a cada una como pude. Eso hizo que el gas les quedara adormilados, y murieran por intoxicación.
—Está bien, por hoy hemos terminado, ¿si algún día recuerda, donde está Nicoletta?, estaré dispuesto a escuchar.
—¿Por qué tanto interés hoy en ella?
—Por nada, pero creo que sería un testigo fundamental en su juicio, ella podría declarar en contra de Carlos y Esthela.
—Carlos y Esthela se quedaron dormidos, yo no los maté. Es más, un accidente le tiene cualquiera —espeto entre risas, sin dejar de imaginarme como sufrieron.
—Es suficiente, señorita Smirnov, mañana seguiremos hablando.
—No hay mucho más que contar, quiero hablar con mi abogado. ¿Cuándo lo va a traer?, necesito salir de aquí, tengo que proteger a mi familia.
—Su familia está muerta, es usted la que no quiere darse cuenta de lo que ha pasado.
—Están todos vivos y los voy a encontrar, solo déjeme salir de aquí, estoy cansada de que todo el mundo me quiera tener encerrada, yo no he hecho nada malo.
—Hasta mañana señorita, es un placer tener el honor de hablar con usted todos los días —me dice, burlándose de mí mientras sale de la habitación.
—Váyase a la mierda, y tráigame un abogado.