CAPÍTULO 4

1104 Words
Son las diez de la mañana, pronto vendrá el médico a verme, uno de los jueces que me encerró aquí, dictaminó que viniera todos los días un psicólogo. En realidad, en seis meses ya llevo tres doctores diferentes, a los que he podido contar mis penas. No me agrada mucho la idea, pero es la única forma en la que después de tanto tiempo de soledad, puedo hablar con alguien, y mantener mis recuerdos vivos. —Buenos días, señorita Smirnov —saluda, el psicólogo al entrar en la habitación. —Buenos días. Doctor no estoy loca. ¿Cuándo me van a dejar salir de este lugar? —pregunto, incorporándome en la cama. —No puedo dejarla salir de aquí hasta que no sepa con certeza toda la verdad, también quiero saber por qué lo hizo —comenta sentándose en una silla. Sé que lo hace para mirarme mejor a la cara. Este centro es tan grande que aparte de escuchar las penas de todos los que estamos aquí internados, también estudian nuestro comportamiento al hablar con los médicos, de esta forma se aseguran de que no intentaremos quitarnos la vida. En realidad, estar aquí encerrada sin tener noticias del mundo exterior me tiene muy perturbada. —Oiga, hay alguien ahí fuera, que aún me quiere hacer daño, todo lo que hice fue en defensa propia —reclamo, al sentirme indefensa en este psiquiátrico. —Quiero que me cuente otra vez como decidió matar a Esthela y a Carlos. —Ya se lo conté todo ayer, no me haga repetir tanto las cosas, es muy desagradable tener que recordar lo que pasó tantas veces. —Por favor, señorita Smirnov comencemos la sesión —va comentando despacio, al mismo tiempo que abre su libreta para anotar lo que le resulte extraño. —Está bien, pero… será la última vez que se lo cuente todo, y después me dejará hablar con mi abogado, quiero salir de aquí ya. »Todo comenzó el veintisiete de abril del dos mil siete. Dos meses después de la muerte de mi marido, pedí ayuda a los hombres de Yurik y comencé a investigar su muerte. Al ver que la policía no era capad de atar algunos cabos sueltos que quedaban, empecé a investigar por mi propia cuenta. »A partir de ahí, comencé a recibir algunas cartas de amenazas, hasta que al final pude resolver el problema por mí misma. Uno de los hombres de Vladimir me entregó un pen drive con toda la información, él fue quien mandó matar a Yurik. Mi querido excuñado, contrató a un sicario para que pusiera una bomba en nuestro coche. »Cuando Vladimir se enteró de que su hombre habló conmigo, se encargó de matarlo, con la excusa de que lo único que quería, era que le pusiera la naviera a su nombre por la información que me dio. Antes de darme tiempo de firmar las escrituras de la naviera, Vladimir se encargó de su ejecución. —Señorita, he estado investigando, y siento comunicarle que ese Vladimir no existe. —Ese Vladimir… Como usted dice. Sí existe y es el hermano de mi marido, él fue quien hizo que soltaran a Carlos y a Esthela de la cárcel —aseguro golpeado con mi puño, el colchón de mi cama. —Y… A Carlos y Esthela. ¿Por qué los mató? Ignorando las intenciones del doctor, y siendo mucho más rápida que él, Keyla continúa hablando. —Antes de tener a mi hijo Sasha, se celebró un juicio en el que Carlos y Esthela fueron juzgados por tenerme retenida. Por venderme... por violarme... por secuestrar a mi hija... por la explotación de esclavas sexuales; por tráfico de armas y algunas cosas más. —Señorita Smirnov, entiendo su rencor hacia esas dos personas. Vi los informes policiales y hasta ahí la creo, pero mi trabajo es descubrir por qué su mente funciona de esa manera. Créame y no la miento al decirle que necesito saber por qué lo hizo —insiste de nuevo. —Esos dos ya llevaban un año entre rejas. Creo que el juez, les impuso una condena un poco corta, solamente les condenó a catorce años en prisión. Para mi opinión, y como consecuencia, por todos los delitos que cometieron debería haberles caído cadena perpetua. Intenta que yo deje de hablar y que le escuche por un momento, y para ello me quiere hacer sentir culpable. —Eso no la justifica señorita Smirnov. Mis ojos se oscurecen en un segundo, miro al doctor llena de rabia, y pienso en mi difunto marido, me relajo y decido continuar hablando. —Como le iba diciendo, Yurik me decía que esas cosas solo pasaban en las películas. Por un lado, siento que tenía razón, pero por el otro… me gustaría no haber tenido que llegar hasta donde he llegado. —La condena que les dictase el juez no es asunto mío señorita —justifica, intentando realizar su trabajo. —No me interrumpa, por favor. Usted ya se sabe la historia mejor que yo, deje que se lo vuelva a contar y terminemos pronto. —Está bien, continúe. —Fui a casa de Mareck, a reclamar a Vladimir. Llamé a la puerta y cuando abrió, lo negó todo hasta que le enseñé el pen drive que me dio su empleado, y le comenté el trato que me ofreció su hombre para dármelo. Después de todo eso, no le quedó más remedio que admitir que había sido él quién ordenó la muerte de Yurik. A continuación, me explicó que para vengar a su padre necesitaba que le entregara a Nicoletta, y yo le dije que ni hablar. »Me apuntó con un arma a la cabeza y me afirmó, que solo esa sería la forma en la que mis hijos y yo, quedaríamos impunes. De hecho, creo que no le importábamos para nada, hasta que vio como Sasha se parecía a Mareck. —¿Vladimir mató a su hermano por eso? —pregunta asombrada—. Esto que me cuenta señorita, parece una novela, no puedo creer que lo cuente con tanta tranquilidad —termina de decir, apuntando en su libreta las cosas que Keyla le va comentando. —Mareck tenía a Nicoletta de esclava s****l, y Yurik la ayudó a escapar, para eso fingimos su muerte. Nadie sabía dónde estaba escondida, hasta que Mareck lo descubrió todo y secuestró a mi hija. Devolviéndosela a Carlos y a Esthela, para hacerme daño a mí. Al ver que llevo guardada tanta rabia dentro de mí, el psiquiatra se pone en pie, y sale de la habitación en busca de un poco de agua.
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