CAPITULO 3

1731 Words
Después de recordar esa maravillosa historia, regresé a la realidad y esperé, bajé un poco el cristal del coche y al fin pude ver como caía el avión de mi esposo poco a poco. Me bajé del coche con rapidez y salí corriendo a recibirle. Cuando aterrizó, esperé a que se deslizasen las escaleras, pero la impaciencia de verle fue tanta en ese momento, que subí corriendo a buscarle. —Señora, ¿a dónde va tan rápido?—preguntó asombrado el guardaespaldas. —A ver a mi marido, ¿Algún problema? —respondí buscándole por el avión. Le busqué por todo el avión, al no encontrarle coloqué mis manos en la cintura, y esperé hasta que salió de su escondite. De pronto sentí que sus manos rodeaban mi cintura. —No puede ser pequeñaja. ¿Tú qué haces aquí? —dijo Yurik, para jugar conmigo. —Hola, mi amor… te echaba tanto de menos que decidí venir a buscarte —comenté, mientras pegaba mi cabeza en su hombro, a la vez que mi cuerpo descansaba sobre el de él. —No deberías estar aquí. ¿Y los niños? Al ver su ceño arrugado por el rabillo del ojo, antes de que me echara la regañina por haberles dejado en casa, respondí: —Natasha está con ellos, no les va a pasar nada malo, además estaban dormidos. ¿Qué tal fue tu viaje? Yurik era demasiado inteligente, sabía que yo no era una mujer que acatara las normas demasiado bien. Sin dejar de pensar en nuestros hijos, recuerdo que me miró a los ojos y me dijo: —Fue bastante entretenido, aunque reconozco que me costó un poco llegar a un acuerdo con ellos, pero… —¿Pero qué? Habla ya, me tienes en ascuas —contesté, llena de inquietud. —No sé… como decirte esto. —¡Quieres hablar ya de una vez! —Exhalé un poco de aire para tranquilizarme, pero mis prisas por escuchar lo que tenía que decirme; me ganaron y comencé a taconear el suelo. En ese momento, Yurik me cogió en volandas por la cintura, y giró sobre sí mismo. Lleno de alegría comenzó a gritar: —Vale, vale.“Luxury-vacations”, puede hacerse multimillonaria, ¡gracias a ti! Si no te hubieses puesto en contacto, con esa empresa latinoamericana, jamás lo abríamos conseguido. Después me dio un gran beso, aproveché ese momento para poder juguetear con su lengua en mi boca. Cuando terminé de juguetear con él, respondí: —¡Qué!, eso es genial, sabía que te iría bien pero jamás imaginé que tanto. —Ya firmé el contrato con ellos, la semana que viene compraré algunos yates más, y el siguiente mes comenzarán a trabajar con nosotros —comentaba, mientras me volvía a dejar en el suelo del avión, con mucha sutileza para no hacerme daño. —Te quiero —afirmé una vez más, abrazándome a su cuello con todas mi fuerzas. —Vamos a casa quiero ver a los niños, está noche lo celebraremos todos juntos. ¿Qué coche has traído?, ¿el jaguar? —No, el azul —comenté, enseñándole las llaves y echando a correr, para que me siguiera. —¡Oh no!, mi bebé no, conduciré yo —sentenció corriendo por detrás de mí, por las escaleras abajo. —De eso nada, lo traje yo —contesté, subiendo al coche la primera para poder conducir. A Yurik no le gustaba nada que condujera a su bebé, y mucho menos para ir a hacer la compra, pero como no estaba en casa, no se enteraba de que en realidad, era mi coche favorito y por eso me le llevaba siempre a todos los sitios. Sentado a mi lado de copiloto, por un momento no podía dejar de ver su carita de disgusto y, mirándome a los ojos, me preguntó: —Cielo, ¿por qué siempre coges mi Lamborghini?, sabes que es mi coche. —Ya te lo dije. El Jaguar no me gusta, es descapotable, me despeino y se me encrespa el cabello. —Keyla, por el amor de Dios, es la peor escusa que me has puesto en toda tu vida, cierra la capota y adiós problema —contestó sonriendo. —Joo... sabes que no es lo mismo. Este me gusta más, además... ¿Sabes que se te va a estropear, de estar parado? —respondí, imitando los pucheritos que hacía Sasha. —Pequeñaja fue la única condición que te puse, antes de que te sacaras el permiso de circulación. Su carita lo dijo todo en ese momento, me dio tanta pena que con la llave entre mis manos, antes de poner en marcha el coche, me lo pensé mejor y decidí devolvérselo. —¿Qué haces? —me preguntó, al ver que me estaba desabrochando el cinturón de seguridad. —Devolverte a tu bebé —le dije divertida. Entonces guardé la llave en mí escote, y sin salir del coche me coloqué a horcajadas sobre él, en el otro asiento. No era un coche con mucho espacio, pero al ser tan delgada pude acoplarme sobre mi marido, sin poder darle mucha opción a moverse. —¡Cariño…! ¡Los tacones!, me vas a arañar el salpicadero —comentó, llevando sus manos a la cabeza, con mis pechos rozando su cara. —No pasa nada, relájate. Si quieres me puedo quitar toda la ropa, y quedarme desnuda dentro del coche —le dije, besando su cuello mientras le pasaba la mano por la entrepierna. —Vámonos… Ya... A… Casa —comenzó a decir él solo, muy nervioso con la voz entrecortada, mientras buscaba la llave dentro de mi escote. La temperatura comenzó a subir dentro del coche, sus dedos rozaban mis pezones, en ese intento desesperado por encontrar las llaves del coche. Fue uno de los momentos más excitantes de nuestro reencuentro, podía sentir su entrepierna muy cerca de la mía. Cuando empecé a jadear, Yurik encontró la llave y sacó la mano, me empujó hacia el lado, y salió del coche como pudo. De rodillas en el asiento pude verle como rodeaba el coche, y se colocaba el bulto del pantalón en la parte trasera, mientras recuperaba su aliento. Al sentarse en su sitio acarició el salpicadero y besó el volante de su coche. «Oh my God. Hombres, nunca dejaran de sorprenderme». Pensé para mí, sonriendo y moviendo la cabeza de lado a lado. Estaba tan nervioso que le costó poder introducir la llave en el contacto y arrancar el coche. Cuando por fin lo consiguió miró al frente y me preguntó: —¿Por qué están los cristales empañados? Me callé unos segundos, pero antes de que mi cara se pusiera roja, conseguí responder: —Pensé en ti un ratito. —¡Keyla! —exclamó arrugando su ceño—. ¿Se puede saber que has hecho en mi coche? —preguntó, creo que imaginando un sinfín de cosas—. Acaso, ¿te has atrevido a…? No se atrevió ni a terminar la pregunta, al ver que yo sonreía picarona. Menos mal que su teléfono sonó. Yurik lo buscó en su bolsillo y respondió enseguida pasando la mano por su cara para terminar de aclarar sus ideas. Cuando finalizó la llamada me miró un poco más tranquilo y dijo: —Keyla, te llama el comandante Dimitry, creo que te has dejado el bolso en el avión —dijo antes mientras guardaba el teléfono—. Ve por el anda, aquí te espero —terminó de hablar, al darse cuenta de mi pequeño despiste. —Sí, no te muevas de aquí —dije, regalándole un beso enorme y sonoro en la cara para que no se enfadara, antes de bajar del coche. Con las prisas de salir corriendo del avión para que Yurik no me quitara las llaves del coche, debí de haberlo olvidado; menos mal que el comandante Dimitry, es de fiar. El comandante ya me estaba esperando fuera del avión con el bolso entre sus manos. —Señora se lo quedó encima de la mesa. —Gracias comandante Dimitry, que tenga un buen día —le dije, extendiendo mi mano para irme a casa. Antes de darme la vuelta, escuché —BUMM—. Un sonido atronador me tiró al suelo, se coló en mi cabeza y dejó mis tímpanos estallados. Cuando pude abrir mis ojos, Dimitry estaba cubriendo mi cuerpo con el suyo, solo podía apreciar el humo espeso que salía del aparcamiento, y trozos de chapa cayendo del cielo. Con el cuerpo aún tembloroso, me quité a Dimitry de encima, me levanté como pude y di algunos traspiés hasta que guardé el equilibrio para no caerme de nuevo. Puse las manos en mis oídos, me salía bastante sangre de los dos, y mi cabeza daba tantas vueltas en ese momento; que me retumbaba el cerebro. No podía pensar con claridad, todo el mundo me rodeaba, no podía escuchar lo que decían, ni comprender lo que estaba pasando. Uno de los hombres de Yurik me sujetó, hasta que vi el volante del coche rodar cerca de mis pies. En ese mismo instante me puse a llamarle. —¡Yurik, Yurik! ¿Dónde estás? ¿Qué ha pasado? —grité, al fijar mi vista detenidamente en el aparcamiento y verlo todo distorsionado por el humo. Corrí tanto como pude al ver los restos del coche, devorados entre las llamas. Dos de los guardaespaldas de Yurik me rodearon, y me separaron tan rápido de las llamas como pudieron. Gracias al dolor que causaron sus dedos en mi piel estoy viva, ellos me salvaron de una segunda explosión. Fue devastador sentir que me llevaban a rastras, para alejarme de aquel lugar. Unas lenguas enormes de fuego, devoraron el cuerpo de Yurik, haciendo que nuestras almas se separaran. Así fue como esos mal nacidos destrozaron todo lo que tenía, me costó mucho entender que mi futuro había cambiado de la noche a la mañana. Con el paso del tiempo y la ayuda de Nicoletta y Natasha pude volver a continuar mi vida. Ya nada volvió a ser lo mismo, me quedé viuda, sola y con dos hijos para criar, el dinero no era importante en ese momento, Yurik se había encargado de dejar lo suficiente para que nosotros pudiéramos sobrevivir por el resto de nuestras vidas. Si mi marido continuara con vida, serían unos recuerdos extraordinarios.
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