CAPÍTULO 13: Consecuencias

940 Words
ARIA Me despierto de golpe al escuchar gritos a mi derecha. Giro la cabeza y veo una figura lobuna de pelaje n***o que se acerca a toda velocidad; cuando se transforma en humano, reconozco a Roberto. —¡Aquí estáis! ¿Qué ha pasado? ¿Estáis bien? —pregunta, con una mezcla de preocupación y alivio en su rostro. Tapo mi cuerpo con las hojas grandes de Alocasia. El comandante y el cachorro empiezan a desperezarse lentamente a mi lado ya en su forma humana. —Nos quedamos dormidos después de enfrentarnos a un grupo de Rogues —respondo, todavía recuperando la lucidez. —¿Qué? ¿Un grupo de Rogues tan cerca? —replica el beta, su expresión de incredulidad hablando por sí sola. Entonces, Seik le relata lo sucedido, detallando cada instante del enfrentamiento. Su mirada refleja la sorpresa y la inquietud que siente al escuchar cómo los Rogues se han atrevido a llegar tan cerca del territorio de una manada. El beta nos da ropa cómoda para vestirnos. El regreso a las zonas comunes de la manada es agotador y Marcus se queda dormido en mis brazos nuevamente; no lo culpo, ha sido una noche demasiado intensa. Para ser honesta… todavía tengo el miedo metido en los huesos. Aún recuerdo algunas escenas de la pelea... y cómo el comandante acaba con cuatro de ellos. Es un lobo tan fuerte e impresionante que no puedo evitar preguntarme qué habría sido de nosotros si no hubiera estado allí. Una sensación incómoda recorre mi cuerpo al notar unos pequeños ojos mirándome con preocupación desde abajo. Mierda, estoy contagiando mi inquietud al pequeño. Aria, ¿acaso eres tonta? ¡Eres la adulta aquí, compórtate como tal, maldita sea!. No es momento para pensamientos negativos; debo prepararme para lo que pueda venir. La manada podría castigarme o, peor aún, usar este desliz para encerrarme, igual que hicieron con mi madre. Pero, si eso llegara a pasar, ¿qué sería del cachorro sin mí? Las imágenes regresan como un torrente. Recuerdo cómo los tres estamos exhaustos y la expresión de desconsuelo en el rostro del cachorro al ver a Seik herido. Sentí una punzada de culpa al ver al Comandante herido; algo en mí quiso hacer algo para aliviar su dolor, así que, sin pensarlo demasiado, me acerqué para encargarme de sus heridas. Al darme cuenta de lo que hice, una oleada de vergüenza me invade. Le lamí el cuerpo, limpié sus heridas a mi manera, como si fuera lo más natural. Sin preguntar. Mi piel se calienta sin darme cuenta. Seguro que fue... ¿repugnante para él? Me pregunto por qué demonios se me ocurrió hacer algo así. Aunque él no dijo nada… solo se mantuvo en silencio, con la mirada perdida, demasiado agotado para reaccionar. Lo observo de reojo mientras habla con su beta, y mi corazón da un vuelco y me ruborizo ligeramente. Pero el rubor desaparece tan rápido como llega cuando, al entrar en las zonas comunes de la manada, nos topamos con mi hermano, rodeado de varios hombres lobo. La tensión en su expresión ya me adelanta la reprimenda que se avecina, seguramente de él y de mi padre. Gerónimo, mi hermano, es un lobo apuesto y atlético, siempre con el ceño fruncido. Su parecido con nuestro padre va más allá de lo físico; esa misma indiferencia que me dedica papá, Gerónimo la ha heredado con naturalidad. Cuando mi padre no tiene paciencia conmigo, es mi hermano quien se hace cargo. Nos acercamos al grupo, y es entonces cuando Gerónimo habla: —El Alfa Lucciano os espera en su despacho, a todos, sin excepción… —añade, mirándome con énfasis en esa última palabra. —Aria, espera un momento —me detengo mientras los demás avanzan. Le hago un gesto a Roberto, el beta, para que lleve al cachorro a las habitaciones de la manada. Confío en él, algo que no puedo decir de los miembros de mi manada… ni siquiera de mi propia familia. —¿Acaso eres estúpida? ¿No ves el lío en el que te has metido? Prepárate para lo que viene —dice mi hermano muy serio. Le lanzo una mirada aburrida y suspiro. —Vaya, qué novedad —respondo con tono cansado. Desconecto mi cerebro mientras mi hermano sigue hablando. Al entrar al despacho, encuentro a mi padre, mi maestro, al alfa Axel y a mi Alfa sentados en la mesa de reuniones, este último en el centro. La mirada de decepción de mi padre es palpable, mientras que el alfa Axel se muestra tranquilo. Por el contrario, mi Alfa tiene esa expresión calculadora que tanto me inquieta. ¿Trama algo? No puedo fiarme de ese hombre lobo, porque es calculador y despiadado, usa a las personas como meras herramientas, incluido mi padre, que es su mejor amigo de la infancia. Si el Alfa no hubiera permitido el cautiverio de mi madre, no se hubiera hecho… pero las leyes de la manada siempre parecen aplicarse solo a algunos. Sé que no escaparé de las consecuencias de lo ocurrido la noche anterior; solo espero que el cachorro no pague el precio. Si me encierran, tendré que confiar su cuidado a alguien en quien pueda confiar, quizás mi maestro o Melia. Miro hacia el comandante, que se mantiene serio y alerta. El Alfa Lucciano nos saluda rápidamente y, después de lo que parece una eternidad, nos dedica una sonrisa cargada de suficiencia antes de hablar: —Quiero una explicación de lo que ocurrió anoche. No es común que una hembra, un macho y un cachorro desaparezcan toda la noche y aparezcan en estas circunstancias.
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