ARIA
El Alfa Axel parece dispuesto a renovar el tratado con nuestra manada, pero en cuanto menciono el problema de la zona irregular, su expresión se endurece.
Los ancianos me lanzan miradas frías y, la sala de reuniones se llena de murmullos a medida que la tensión se hace más palpable.
—No podemos permitir que esa área siga fuera de control —digo, tratando de mantener la firmeza en mi voz. Pero, a medida que hablo, el ambiente se vuelve más pesado.
—No veo por qué deberíamos involucrarnos en un problema que no nos concierne —replica uno de los ancianos, un hombre de voz profunda y porte autoritario.
Su tono no deja lugar a dudas: no está dispuesto a ceder.
—Es un riesgo para todos —insisto con preocupación—. Si no hacemos nada, podríamos enfrentarnos a…
—No es nuestra responsabilidad resolver los problemas de otros —dice otro anciano.
Me pongo aún más nerviosa y miro al Alfa, esperando que pueda mediar entre nosotros.
—¡No vamos a involucrarnos con ellos! —responde el anciano de voz profunda, golpeando la mesa con los puños—. ¡Es un riesgo que no necesitamos correr!
La discusión se intensifica. Las opiniones vuelan de un lado a otro y me siento atrapada entre ellos, sin saber cómo cambiar el rumbo de la conversación. El Alfa permanece en silencio, observando el caos que se desarrolla ante él.
Finalmente, alza la mano, exigiendo silencio con un gesto y me mira directamente a los ojos.
—Estoy dispuesto a considerar el tema de la zona irregular, pero a cambio quiero algo de tu manada.—su voz resonando con una autoridad que hace que todos se callen al instante.
Los ancianos se miran entre sí, confundidos.
Siento una punzada de inquietud.
—Quiero la fórmula del suero que desarrolló la manada Luna Menguante para mitigar los efectos del Acónito —declara el Alfa Axel, con una mirada decidida.
El silencio que sigue es abrumador. Las expresiones de los ancianos se congelan en un instante de incredulidad.
Los cambiaformas a mi alrededor parecen no comprender la decisión del Alfa.
—Sí, está bien —respondo
No me puedo creer que el trato haya salido bien.
—Alfa, no creo que se un buen trato...nosotros damos más que recibimos...—dice un guerrero que parece alguien importante.
—¿Eso crees? —pregunta el Alfa, clavando en él una mirada que pesa.
Siento que en la decisión del Alfa hay algo que se me escapa.
Después, el Alfa se vuelve hacía mi y me sonríe y su mirada se suaviza.
—Perfecto —dice, y la tensión en la sala se disipa un poco.
He aceptado entregar la fórmula del suero, pero una inquietud se apodera de mí.
Espero que la fórmula del suero contra el Acónito cumpla con sus expectativas, osino no me lo van a poner fácil. Estoy segura.
El momento de la despedida llega. Me encuentro rodeada de los hombres lobo de la manada Sombra Nocturna, quienes me miran en silencio, con expresiones serias. Aunque mi estancia ha sido breve, de algún modo experimento algo cercano a la amistad con Melia, una conexión que, aunque inesperada, siento profundamente real.
Melia me sorprende cuando me abraza fuerte y me da un beso en la mejilla.
Mientras intercambio palabras de despedida, noto a Seik un poco más alejado, de pie, con los brazos cruzados y la mirada fija en mí.
¿Qué hace aquí?
Me acerco a él, intentando contener la mezcla de emociones que se arremolinan en mi pecho. Seik permanece en silencio, observando con esa expresión impenetrable que siempre me desconcierta, hasta que finalmente rompe el silencio.
—Te vas... —dice, sin apartar la mirada.
Asiento y trato de sonreír, aunque me resulta difícil porque sé que volveré a mi vida cotidiana, llena de trabajo y discusiones familiares.
—Sí, comandante. Ya no tendrás que lidiar con la molesta hembra de la manada vecina.
Seik deja escapar una ligera sonrisa, apenas perceptible. Luego, como si fuera un impulso inesperado, da un paso hacia mí y coloca una mano en mi cabeza.
—Cuídate —murmura en voz baja, con un tono que nunca le había escuchado antes, una mezcla de preocupación y algo más, algo que no logro descifrar.
—Lo haré, Seik —respondo, mirándolo a los ojos con una intensidad que espero le haga entender cuánto valoro este momento—. Y tú… intenta no ser tan serio todo el tiempo.
Respiro hondo y sé que esta despedida no es el final, sino el comienzo de algo que todavía no comprendo del todo.
Con una última mirada a la manada Sombra Nocturna, giro sobre mis talones y emprendo mi camino de regreso junto con Jasper y Kiro.
Nota: El Acónito es una planta muy venenosa para los hombres lobo.