Me casé con el Comandante

CAPÍTULO 26: Intenso

ARIA

La arena está más bulliciosa de lo que esperaba. El sonido de los golpes secos y las pisadas rápidas llena el ambiente, acompañado por las risas nerviosas de los más jóvenes, creando un caos casi contagioso. Avanzo con pasos cautelosos, sintiendo cómo las miradas me siguen desde distintos puntos.

Los cachorros y jóvenes entrenan con intensidad bajo la supervisión de guerreros más experimentados. Entre ellos distingo a Marcus, quien, al verme, alza una mano con entusiasmo.

—¡Hermana! —grita con una sonrisa amplia y sincera, como si mi presencia fuera lo mejor que le ha pasado en todo el día.

Respondo con una leve inclinación de cabeza, tratando de no llamar más la atención de la necesaria. Sin embargo, pronto noto que el resto de los cachorros no comparte su entusiasmo. Sus ojos brillan con una mezcla de resentimiento y burla, recordándome la pelea de mi pequeño.

Uno susurra algo al oído de su compañero, y las risas que siguen no se molestan en ser discretas. Roberto les lanza una mirada fría, y los cachorros se encogen de hombros, pidiendo perdón en silencio.

Antes de que pueda decidir cómo reaccionar, algo más capta mi atención. En el centro de la arena están el comandante y algunos guerreros. Hablan en voz baja mientras observan a los cachorros, concentrados… hasta que me acerco un poco más y tomo asiento en las gradas.

Entonces Seik levanta la vista hacia mí.

Y ocurre: no aparta la mirada.

El peso de sus ojos sobre mí es intenso, como una corriente eléctrica que no sé cómo interpretar.

Frunzo ligeramente el ceño, incómoda. ¿Por qué me mira así? No recuerdo haber hecho nada que pudiera provocar su atención, pero ahí está, observándome fijamente. Hay frustración en su expresión, una tensión contenida que se refleja en esa mirada que parece atravesarme.

Cuando llega el momento del descanso para Marcus y los demás, bajo hacia él. Parece agotado, así que voy a buscar agua para ofrecérsela. También saco un snack saludable que había preparado esa misma mañana.

La verdad es que hice demasiados.

Marcus se acerca con una sonrisa que ilumina su rostro al ver el agua y el snack que le tiendo. Justo detrás de él, una cachorra avanza con pasos vacilantes, claramente tímida. Sus ojos se fijan en las pequeñas rocas de chocolate con curiosidad y anhelo.

—¿Quieres probar? —le pregunto con suavidad, extendiendo una de las porciones hacia ella.

La cachorra levanta la mirada, sorprendida, y asiente tímidamente. Toma el snack con manos temblorosas y me dedica una sonrisa pequeña pero sincera.

—Gracias —susurra, casi inaudible, antes de dar un paso atrás y disfrutar de su bocado con evidente gratitud.

La escena no pasa desapercibida. Un par de guerreros novatos dejan lo que están haciendo para observarnos, con un brillo pícaro en los ojos. No tardan en acercarse, atraídos más por la comida que por cualquier otra cosa.

Antes de que puedan decir algo, Kael aparece de repente, imponiendo su presencia con un gesto severo. Sin decir palabra, les propina un golpe en la cabeza, lo bastante fuerte como para dejar claro el mensaje.

—A sus posiciones, ahora —gruñe.

Los jóvenes toman un snack antes de irse y me dan las gracias mientras corren de vuelta. Me giro hacia Kael y le ofrezco otro.

—¿Quieres uno? —pregunto con una sonrisa tranquila.

Kael me mira por un momento, con esa expresión seria que siempre lleva puesta. Finalmente, asiente y toma el snack con una mano, llevándoselo a la boca con un gesto breve.

—Gracias —murmura antes de dar media vuelta y regresar a supervisar, como si no acabara de aceptar un gesto amable de mi parte.

Roberto se acerca con paso decidido. Le ofrezco un snack, que devora casi al instante.

—Dame otro, para el comandante —dice, sin perder tiempo.

—Claro —respondo, entregándole otro sin pensarlo demasiado.

Cuando levanto la vista hacia el comandante, ahí está de nuevo. Sus ojos siguen clavados en mí, firmes e inamovibles, como si intentara descifrarme.

Definitivamente, esto es raro, pienso, mientras lucho internamente por protegerme de esa mirada que parece atravesarme por completo.