SEIK
Desde aquella noche donde me consolé a mi mismo pensando en ella, intento evitar cruzarme con ella.
Cada vez que la veo, una incomodidad extraña se apodera de mí. Mi lobo se siente ansioso.
, trato de justificarme. No es para tanto… ¿o sí?
Hace tiempo que no tengo relaciones sexuales; he estado demasiado ocupado protegiendo y guiando a los miembros de mi manada. Tengo demasiadas responsabilidades. Ser el líder que todos esperan no es fácil.
Eso es. Estoy frustrado.
Recuerdo cómo ella vino a mi habitación esa noche. Su sonrisa, sus labios...
, me repito. ¿Por qué debería sentirme nervioso?
No le hice daño, ni le falté al respeto.
Ella será mi compañera, después de todo. ¿No es normal que un macho desee a su hembra?
Sí, eso tiene sentido. Ella será mía… y entonces…
El pensamiento me detiene en seco. Solo es un matrimonio arreglado.
Me paso una mano por el rostro, frustrado conmigo mismo. ¿Qué demonios estoy pensando? Estoy actuando como un adolescente sin control.
Estoy perdiendo la cabeza. Cada vez que intento racionalizarlo, mi lobo y sus hormonas lo complica aún más.
Cuando llego a la arena de entrenamiento, la hembra alborotadora está allí. Es su primer día entrenando.
Lleva ropa deportiva, el cabello recogido deja su rostro al descubierto, concentrado en la tarea que realiza. Está agachada, acomodando la ropa del pequeño Marcus.
Mi mirada se queda fija en ella más tiempo del necesario, hasta que Kael se acerca a ella y le dice:
—Ve a la zona de los adultos —le indica con tono neutral—. Ese espacio será tu segunda casa a partir de hoy.
Ella obedece sin dudar y se une a un grupo de novatos que practican bajo la supervisión de mi hermano. Melia la ve acercarse y le dedica una sonrisa cálida.
Esa escena me desconcierta; mi hermana, normalmente reservada desde lo que le paso, parece llevarse bien con Aria e incluso la noto más animada.
Mientras finalizamos el entrenamiento con los pequeños, Roberto sugiere llevarlos a observar el combate de los mayores. Acepto sin pensarlo. Quiero ver cómo se desenvuelven las hembras.
Los cachorros corren y se sientan los primeros. Cuando llegamos, un novato acaba de ganar un combate. Es grande, robusto; su fuerza se nota en cada movimiento. Saluda a su oponente con camaradería, y ambos se dan un gesto de respeto.
Kael se acerca al ganador.
—Terry, ahora te enfrentarás a Aria.
El muchacho asiente con seriedad y la mira, evaluándola. Luego sonríe.
Mi cuerpo se tensa al instante.
Marcus, a mi lado, también parece inquieto. Aunque los cambiaformas sanamos rápido, eso no significa que no duelan los golpes.
Aria se levanta al recibir la señal de Kael y mantiene la cabeza en alto, aparentando seguridad, aunque noto la rigidez en sus gestos. Está conteniendo algo.
Terry sonríe de lado y la saluda formalmente.
Kael grita y la pelea comienza.
En un abrir y cerrar de ojos, Aria lanza una patada dirigida a su cabeza. Es tan rápida que el novato apenas la esquiva. Su expresión cambia de sorpresa a diversión.
—¡Wow! —comenta Roberto, admirado.
Ella no pierde tiempo y vuelve a atacar, pero esta vez Terry está preparado. La diferencia de fuerza es evidente. Cada golpe de Aria busca aprovechar su velocidad, pero él se defiende con habilidad y fuerza bruta.
Terry lanza un puñetazo directo al estómago, y ella apenas logra esquivarlo. Si la hubiera alcanzado, estaría retorciéndose de dolor.
Aria intenta agarrarle el brazo para desequilibrarlo y hacerle una llave, pero no lo consigue.
Él contraataca con un derechazo pero ella lo esquiva, aunque el segundo golpe la alcanza de lleno en el pecho. Suelta un gemido de dolor.
Aun así, reacciona rápido: lanza una patada certera a la rodilla, desestabilizándolo, y luego otra al torso para que caiga al suelo.
Pero los golpes apenas le afectan. No es sorprendente; la diferencia entre machos y hembras es un hecho, casi una ley natural. Es rápida, sí, pero es difícil tumbar completamente a un macho joven que le saca cuarenta centímetros y el doble de músculo.
Terry intenta levantarse, pero Aria aprovecha y se coloca detrás, intentando una estrangulación desnuda.
El novato forcejea, se echa hacia delante y la desequilibra. Ella pierde la sujeción, cae, y él aprovecha para atraparle el brazo y retorcérselo. Aria gime de dolor.
Me tenso aún más.
Ella lucha, pero no logra liberarse. El novato la inmoviliza, echándose encima para evitar sus patadas.
Ella no se rinde.
Sin darme cuenta, las palabras se me escapan:
—Kael… —murmuro.
Mi hermano me oye al instante. Nuestra conexión de sangre lo hace inevitable. Me lanza una mirada antes de intervenir.
—¡Parad! La pelea ha terminado.
Terry la suelta y se pone de pie. La ayuda a levantarse, dedicándole una sonrisa demasiado amistosa.
¿Por qué le sonríe tanto?
Kael se dirige a Aria con tono firme, pero alentador.
—Lo has hecho bien. Eres rápida, pero necesitas más fuerza. Nos centraremos en eso.
—Gracias, señor —responde ella.
Pese a las palabras, noto la decepción en su rostro. Trata de ocultarla, pero está ahí.
El novato le da una palmada en el hombro, amistoso.
—Buen trabajo —le dice. Ella asiente, un poco más relajada.
No puedo dejar de observar cómo él la mira. Está cogiendo demasiada confianza, ¿no?.
Algo en esa actitud me irrita. Mi mente divaga en pensamientos que no debería tener.
Quizás debería marcarla… para que otros sepan…
No. ¿Qué demonios estoy pensando? Solo es un matrimonio arreglado. No tengo derecho a exigir nada.
Cuando Aria se marcha con Melia, Terry vuelve a sonreírle a Aria.
Kael lo llama aparte, y aunque no oigo lo que le dice, el muchacho baja la cabeza, avergonzado.
Más tarde, mientras comemos en una sala tranquila, Kael habla del entrenamiento.
—Como pudieron ver, los novatos son fuertes y enérgicos. Terry tiene fuerza, pero aún le falta técnica. Aria me sorprendió. Es rápida y tiene una buena base, pero necesita trabajar su fuerza. Todavía tengo que ver cómo lucha transformada… pero…
—¿Qué pasa con eso? —pregunta Roberto.
—Cuando se lo mencioné, hizo una broma y cambió de tema. Parecía incómoda… creo que no quiere transformarse.
—Es posible que no quiera hacerlo delante de los reclutas o de nadie —responde Roberto, mirándome.
—Sí… —contesto, pero mi voz suena distante.
Mi mente ya ha volado a otro lugar, de regreso a la noche del enfrentamiento con los rogues en el territorio de Sombra Nocturna.