ARIA
La sala de banquetes está abarrotada de rostros desconocidos y un esplendor evidente en cada rincón: grandes candelabros cuelgan del techo, lanzando una luz cálida y excesivamente ceremonial, mientras las mesas de madera tallada se alinean con copas y platos que brillan como si jamás hubieran sido usados. Cada detalle refleja el derroche de una reunión a la que asisten manadas de territorios vecinos y también de lugares más lejanos, todas ansiosas por demostrar su poderío, especialmente la mía.
Yo estoy en medio de todo, abrumada y moviéndome de un lado para otro como un pollo sin cabeza porque, ¿es evidente, no? Estoy trabajando, como siempre. Llevo un sencillo vestido gris que desentona entre los trajes adornados y llamativos de los invitados, pero no me importa. Cada nombre, cada detalle, todo tiene que ser perfecto o me van a llover gritos. Frunzo el ceño y sigo tachando nombres, concentrada en esa tarea frustrante, hasta que una sensación incómoda me recorre la espalda.
Siento una mirada fija sobre mí. Alzo la vista lentamente y, efectivamente, ahí está él: Loren, el hijo del Alfa, apoyado contra una columna y observándome sin disimulo. Hay un brillo en sus ojos, entre curioso y descarado. Me doy cuenta de algo: ¿me está mirando el culo? El muy sinvergüenza ni siquiera intenta esconderlo. Es el típico hombre lobo que no se corta ni un pelo, seguro de sí mismo y acostumbrado a que nadie lo rechace, sobre todo por su apellido. Nuestros ojos se encuentran y, lejos de apartar la mirada, esboza una sonrisa ladeada, como si disfrutara con mi incomodidad.
A mi alrededor se escuchan murmullos, levanto la vista de los papeles y entonces los veo: un grupo de hombres lobo inconfundible. Después de dos años, "Don Mirada de Hielo" sigue destacando entre todos, imponente por su tamaño y por la intensidad de sus ojos. No es alguien que pase desapercibido. Viste un traje n***o de guerrero de dos piezas que se ajusta a su cuerpo y un pendiente largo en la oreja derecha.
Seik avanza con la misma indiferencia de siempre, como si nada a su alrededor le importara. Las mujeres a su paso susurran, muchas incapaces de ocultar el miedo que sienten debido a los rumores sobre Sombra Nocturna.
De pronto, mi maestro carraspea y dice:
—Aria, ¿puedes encargarte de Sombra Nocturna? Muéstrales el jardín de estatuas, los alrededores y su alojamiento.
—Claro, maestro —respondo, intentando disimular mi nerviosismo. Tal vez ni me recuerden; no los culpo. Comparada con otras hembras, siempre he sido un cero a la izquierda. ¡Y al lado de mi hermana, ni te cuento! Ella es la mujer más bella de la manada, con una presencia casi etérea: una joven de veinticuatro años, de piel pálida, cabellos plateados y unos ojos azul celeste tan profundos como el cielo.
Me armo de valor y voy a su encuentro.
—¡Hola! —saludo con entusiasmo—. Gran guerrero, Comandante… es un honor recibirlos en nuestro territorio.
—Vaya, nos volvemos a encontrar. Así que tú serás nuestra guía. No podríamos tener una mejor, señorita Aria —dice el Alfa Axel, mirándome con diversión.
—Sí, hahaha. Si están de acuerdo, me gustaría mostrarles las instalaciones generales de nuestra manada y la zona de entrenamiento. Luego quisiera enseñarles algunos lugares hermosos de los alrededores antes de llevarlos a sus habitaciones.
Juntos recorremos las instalaciones de la manada: el salón de banquetes, los jardines y las áreas comunes. Al cabo de media hora, unas risas escandalosas llegan a nuestros oídos, seguramente de cachorros jugando.
—¡Hermana, estás aquí! —exclama Marcus con entusiasmo.
Me agacho para quedar a su altura y sonrío cuando saca un paquete oculto detrás de él.
—He traído lo que me pediste —dice, con una mirada que deja entrever un ápice de malicia.
—¡Marcus, no sabía que estabas…! —empiezo, pero me quedo sin palabras al ver la gran bolsa de dulces que me entrega, llena de mis favoritos.
—Marcus, shhh —le susurro muy cerca del oído, tocándole suavemente el mentón—. Ya sabes que esto es un secreto entre nosotros. Si no lo guardas bien, nos quitarán los dulces, y eso no lo quieres, ¿verdad? —Le guiño un ojo en broma, y él sonríe cómplice antes de seguir su camino.
Río por lo bajo. “Estos cachorros… aún les falta para hacer travesuras con discreción”, pienso. Luego me despido de Marcus con una sonrisa y le aseguro que nos veremos más tarde.
Continuamos hasta llegar a la fuente: una imponente estructura de cincuenta metros cuadrados, adornada con cuatro chorros de agua, cada uno de un color diferente. En el centro, un lobo aúlla hacia la luna, creando una imagen impactante, especialmente de noche, cuando la fuente se convierte en un espectáculo digno de contemplar. Me vuelvo hacia ellos y sonrío.
Cuando nos dirigimos a sus habitaciones, me dispongo a mostrarles la primera de las cuatro, destinada a los más jóvenes de su grupo. Abro la puerta y me topo con una pareja en plena actividad íntima. Reconozco enseguida a la hembra, una de las amigas de mi hermana, sonrojada y visiblemente avergonzada. Está a cuatro patas, mientras Loren la sostiene por las caderas y la embiste con fuerza.
Al notar nuestra presencia, me lanza una mirada asesina. Cierro la puerta de golpe, me vuelvo hacia el grupo y digo con una risa forzada mientras siento mis mejillas arder:
—Hahaha, parece que se estaban divirtiendo mucho.
No es la primera vez que veo a lobos teniendo sexo, y tampoco soy virgen… pero me sorprende verlos así, tan pronto como empieza la fiesta. Debo admitir que mis experiencias previas no fueron nada memorables: encuentros fortuitos con chicos de otras manadas, sin conocernos mucho. En general, los hombres lobo son muy activos sexualmente y la mayoría de las familias suelen arreglar emparejamientos, sobre todo entre las élite.
Por ahora, agradezco que mi familia esté demasiado ocupada buscando un pretendiente adecuado para mi hermana, la joya de la casa. Yo, en cambio, nunca he sentido atracción especial por ningún lobo. Tampoco es que los de mi manada se me acerquen demasiado.
Los lobos de Sombra Nocturna se agrupan a mi alrededor con expresiones que van de la sorpresa a la resignación. Un par asienten y se disponen a explorar las habitaciones.
Aproximadamente media hora después, me despido de ellos y continúo con mi trabajo.