—¡Dios, Cami...! El gemido de Max me saca de mi lapsus. Me siento quedando tan cerca de su boca que casi me besa. Recojo mi biquini y farfullo: —Vamos al camarote un momento. Todos hacen topless en el barco. No me preocupa levantarme y salir andando para el camarote que compartimos los chicos, pero la realidad es que no me atrevo a mirar hacia atrás. No quiero ver si Dante ve como nos marchamos o no. No quiero saber nada porque siento de repente un poco de vergüenza. Bajamos casi corriendo y cuando entramos Max, asumiendo que le había propuesto un polvo rápido me empuja contra la puerta del camarote y me besa. Su lengua lucha para entrar en mi boca, sus manos toman mis pechos, la erección se aprieta contra mi vientre y me siento fatal por tener que rechazarlo ahora, después de haber p

