En un principio pensaba ir a gritarle dos o tres improperios a su banco;pero luego recordé que hay que seguir unas normas complejas para que te dejen entrar ahí, nunca lo conseguiré a menos que él lo quiera.
De igual forma tengo que alejarme de él. En algún momento, cuando se desocupe y le de el deseo de venir por mi ya buscará la acera de hacerme ir y no pienso estar.
Llamo a mis amigas, a Lesly concretamente y le digo que voy a para allá, para la casa de su familia en Marbella.
—Por fin, chica —meto algunas mudas a mi maleta —, pensé que no vendrías nunca más. Últimamente no te separas de tus amiguitos los pobretones rusos.
Ignoro sus prejuicios y reconozco que les tengo abandonadas desde hace un tiempo. Si tuviera más dinero ahora mismo me iría a Grecia con las chicas, pero esto es lo más lejos que puedo ponerme de Dante Castle.
—Que sí, no me riñas. Nos vemos en unas horas. Voy saliendo al aeropuerto.
Cuelgo y le digo a papá que estaré toda la semana fuera, que volveré el domingo y le dejo una nota a Cat para que sepa que apagaré el móvil. Mi padre conoce a los Kesington y si tiene que localizarme sabrá encontrar a su hija a través de ellos.
Me pido un taxi y salgo sin demora hacia el aeropuerto. Por el camino compro un asiento en bussines y es uno de los caprichos que me doy, ya que no puedo pagar un vuelo privado. Esta austeridad me hace valorar aquello de lo que siempre estoy renegando.
Es increíble como la vida cambia de perspectiva a veces. Siempre me he sentido inundada por el dinero y el poder que ejerce sobre los que vivimos supeditados a el hasta que ahora que me he quedado sin nada prácticamente, extraño cosas que suele proveerme.
—Hemos llegado señorita —el taxista se baja a por mi maleta.
—Tenga, señor —le doy un billete de cincuenta euros y no espero el cambio —. Muchas gracias.
Arrastro mi maleta hacia adentro y no me detengo hasta chequear el equipaje y pronto estoy en la sala VIP tomando una cola con hielo. Sigo pensando en lo que he vivido con él y me doy de cabezazos mentales por haber sido tan entregada. Pero también por haberme quedado sin opciones para devolver ese dinero.
No puedo pedirle dinero a mis amigas. Es demasiado y por otro lado llevo demasiado tiempo lejos de ellas como para aparecer ahora con deudas a resolver.
Me subo al avión y sigo dándole vueltas al mismo tema. No consigo encontrar la solución más allá de lo que ya había pensado con Dante.
Sacudo la cabeza, me abrocho el cinturón y le escupo fuera de mi cabeza. No puedo empezar nada con un tipo que me folla cuando quiere, me mete a su casa y me hace sentir diferente para él y al siguiente día en la mañana me hace pedir cita a su secretaria como si fuera un cliente más... es una vileza que no le pienso tolerar.
¡¿Podría pedir un préstamo a un banco en España?!
Esa podría ser una solución. Pero la verdad, mientras despega el avión pienso que ningun banco me va a prestar cien mil euros o dólares, es igual, siendo la portadora del apellido Hamilton que es un sello de identidad.
¿Por qué la hija de uno de los banqueros más importantes de Londres pediría dinero en un banco Marcelles y en tan alta cantidad?
Sería delatarme. De conseguirlo.
No hay forma de conseguir ese dinero y lo peor es que empiezo a pensar que no debería ser solo yo quien se arriesgara.
Total, que aterrizamos y no he dejado de pensar en lo mismo.
Me sorprende que el chófer de Lesly me esté esperando en el aeropuerto y pronto voy en un lujoso Bentley hacia la casa de ellos...Los Kesington.
—¡Dios, que guapa estás!
Mi amiga me recibe la mar de alegre y aunque son solo unos días me promete pasarlo de lujo, mientras esté aquí.
La enorme familia me saluda y a pesar de que soy la ex de su hermano, nadie me hace sentir mal.
Siempre fuimos muy unidos y aunque Max y yo no acabamos firmando nupcias, nos queremos.
—Estás preciosa —me besa el cuello y evoca un montón de momentos a mi memoria.
—Tú también estás muy guapo —le devuelvo el abrazo —. Te sienta de maravilla el moreno playero que has tomado.
Miro hacia la piscina olímpica con efecto infinito que tienen frente al mar y es una belleza de vista.
—Max, acompañala a su habitación y los esperamos en la playa chicos...saldremos a navegar.
Max y Lesly son hermanos maternos solamente. Ni siquiera son físicamente parecidos pero son encantadores los dos y aunque lo nuestro acabó, siguen siendo especiales para mi.
—Estás bellísima, Cami...
Segunda vez que me lo dice y ya le conozco lo bastante como para saber que tengo que detenerlo. No voy a. tener una aventura con mi ex. No sería justo para ninguno de los dos.
—...Max, no vayas por ahí.
—Es que desde anoche que te vi, no puedo dejar de pensar en ti —me acorrala contra la escalera y me pierdo en la ternura de sus ojos —. Y ahora estás aquí, preciosa y yo...
—Tengo algo con alguien, Max —meto los dedos en su pelo para detener su acercamiento —. Sé que tú también estás con Linda. Era lo que querías...
Se acerca, casi a punto de besarme y no me aparto, no pasa nada si le beso. Tampoco sería l primera vez pero algo dentro de mi ahora quiere más. Un deseo que no se parece al de antes y no lo siento ahora mismo.
—¿Subimos...?
Él exhala con fuerza y me invita a subir asintiendo silencioso. Voy delante consciente de que me mira el culo pero sigo.
Me cambio de ropa mientras espera sentado en mi cama y es que entre nosotros hay una familiaridad que nadie entendería, pero nosotros sí lo hacemos. Recuerdo a Caterine siempre protestando por la relación que él y yo mantenemos porque nadie comprende cómo podemos llevarnos tan bien luego de haber roto.
Aunque reconozco que hoy los ojos de Max, me miran distinto.
—¡Lista!
Con toda la familia nos montamos a un enorme yate rentado para dos días por una cantidad extraordinaria de dinero y casi siento nostalgia de estos lujos. Creo que me he abducido a mi misma últimamente.
Todos gritan y celebran con botellas de champaña a lo largo del bote y luego saltan a la piscina. Lesly y yo charlamos un rato y luego de jugar un partido de basquet en la piscina dos contra dos, acabamos ganando ella y yo a su prima Lora y a Max.
Así pasa el día y sobre el final de la tarde me voy directamente al fondo del bote a tomar sol. Me tiro en una hamaca y pongo mi octava copa a mi derecha, me quito la parte de arriba del biquini y sé que él está detrás de mi.
—¿Qué quieres, Max?
He pasado de ser acosada por Dante, a serlo por mi ex que además tiene novia y no sé por qué no está aquí.
—Darte crema. Prometo probarme bien.
—Tú siempre te portas bien —me río y le paso el bote de bloqueador.
Él se pone a horcajadas sobre mis caderas y es muy erótico todo...pero insuficiente.
Cuando Max pone las manos en mis espaldas gimo, él ríe y es tan exquisito lo que hace que me relajo dejando caer los brazos a mis lados y la cara en un cojín.
Me masajea yendo más allá de una simple ayuda con la crema pero le dejo. Es tan bueno que me dejo hacer. Sus manos pasan por mis costados y siento que está buscando encender mi cuerpo. Un poco lo logra pero no lo bastante...
La música nos anima y me suelta el pelo metiendo las manos en mi cráneo masajeando expertamente y vuelvo a gemir, es ideal.
Incluso noto sus labios en mi nuca y no le digo nada. Somos Max y Cami, nos permitimos ciertas cosas. Ahora vuelvo a abrir los ojos y disfrutar del panorama frente a mi.
Estoy acostada, relajada con las manos de Max haciendo estragos en mi espalda, disfrutando del mar y su color cuando otro bote igual de enorme que este se me pone delante, casi como una película lo veo...
Es Dante, un pie subido en la proa de su yate, flexionado en la rodilla con la mano en uno de los barrotes verticales y da la sensación de que es "Jack Sparrow" en piratas del caribe.
Lleva una camisa de lino blanca, bermudas a juego y unas RayBan oscuras que esconden sus ojos violetas pero ni Dios dejándome ciega, podría impedir que le reconociera. Mi cuerpo se estremece solo y joder...quiero saltar de barco y pedirle que me folle. Estoy muy cachonda ahora mismo pero él no se merece ni la mirada que le estoy dedicando. Pero no puedo evitarlo. Es el efecto Dante.
Cuando sus ojos impactan en las manos de Max acariciando las curvas laterales de mis pechos, metiéndose debajo sutilmente para acariciar las protuberancias en picos, sé que está cabreado y los celos le dominan.
El deseo vuelve a crecer en mi centro y si fueran sus piernas las que estuvieran a mi alrededor ahora como lo están las de mi ex, me daría la vuelta y me ofrecería para que me tomara porque le deseo demasiado.
Pero es Max quien me toca. Es otro el que tiene mi cuerpo entre sus dedos ahora mismo y aunque mis ojos, mi mente y mi necesidad lloran por Dante, es a Max a quién le permito hacerme suya.
Veo que el inesperado visitante está a punto de estallar y siento pena; pero entonces recuerdo lo que me hizo y mi deseo muta de placentero a rencoroso.
Soy una víbora, lo sé...pero conmigo no se juega y tampoco tengo contrato de pertenencia con nadie.
Max no ha visto a Dante y yo que reconozco la rabia en su expresión, sonrío maliciosamente y doy riendas sueltas a este juego perverso que los dos tenemos.
Me doy la vuelta bajo el cuerpo tonificado de Max que se queda quieto viendo mis pezones durísimos, esos que tanto conoce pero que no están así por él, y tomando sus manos las pongo en mi vientre y susurro...
—¿Me das crema por aquí también...?
Traga en seco y me siento un poco mal por provocarlo cuando en realidad es otra cosa y a otro a quien deseo; pero ya está hecho y ahora solo queda esperar la siguiente partida.
Pero de momento, las manos de Max toman mi vientre, suben llevando sus pulgares peligrosamente cerca de mis picos y no quiero pensar en después, solo estoy disfrutando de mi revancha.
La pregunta es: ¿Le dejo que siga y provoco más a Dante o le detengo y arreglo este lío que he provocado...?
No lo sé...todavía no lo sé y me encanta lo que estoy sintiendo entre ambos hombres que todavía ignoran que uno es la competencia del otro a pesar de que a ninguno pertezco...por ahora.