La decisión

1012 Words
Dante Castle Mi reloj marca las diez y dieciséis minutos de la mañana y todavía pienso en ella. No oigo nada de lo que dice mi asesor financiero del siguiente movimiento para sentar las bases del futuro negocio en Australia porque sus gemidos descontrolados son todo en lo que puedo pensar. Es la única mujer hasta la fecha que se cuela en mi cabeza. Y la única también, que no puedo dejar que lo haga. Cada una de mis terminaciones nerviosas la desean. Pienso en ella y me empalma su recuerdo. Es enfermizo y agonizante sentirme tan atraído por ella, sobre todo siendo la antítesis de lo que suelo buscar en una mujer. Me toco el bolsillo interno de mi traje de Armani buscando mi móvil para ver las fotos que le saqué a traición mientras dormía en la habitación de mi casa, cuando el abogado me comenta algo y asiento...niego y entonces le pido que me repita la pregunta para saber de qué coño habla. Y el puto móvil no está aquí. ¿Dónde demonios está? —Le decía, señor, ¿...que si puedo poner en el informe de sus condiciones personales la disponibilidad absoluta al proyecto a pesar de su relación sentimental con la señorita Hamilton? Lo pienso un instante porque no tengo dudas de que ella ignora que necesito de su participación en este proyecto para garantizar la fusión. Su padre lo sabe, incluso sabe que hacerme CEO de aquellos bancos es garantía de mi apoyo empresarial a estos que él tiene aquí en bancarrota. No sé si Camille sepa de eso, pero desde luego Hamilton está chupando de la teta de mi sucursal, así que los dos tenemos claro de qué va la unión. Él sostiene su imperio, apoyado en mis hombros y yo aumento mi flota bancaria ligando mi apellido al suyo sin atarme para siempre con su hija...a la que además me follo demencialmente exquisito cada vez que ambos queremos —y eso es mucho y muy seguido porque nos deseamos como fieras —y se siente como nunca antes me he sentido con otra mujer. Creo que es un negocio positivo para todos. Un poco canalla, pero fructífero al final del partido. —Específicamente en letra pequeña —comento y hago una seña para que se acerque Sandra —. Sabemos que la letra pequeña en estos negocios es algo muy bien estudiado en los contratos. Ellos van a buscar esos detalles y nos darán la dirección. Mi asistente mueve sus caderas descaradas hasta mi y sigue sin entender que no me van las morenas... solo una me tiene loco pero no se lo vamos a decir a nadie. —No encuentro mi teléfono... No he terminado de susurrar y ya lo está sacando de dentro del liguero de sus medias, desde aquí le veo las bragas de encaje y me lleno de odio. No me gusta el descaro en mi trabajo. —Dile a Kathy que te sustituya aquí —tomo el teléfono de su mano y espeto —.¡ Estás despedida, pasa por Recursos Humanos a cobrar tu finiquito! —Pero, señor yo... La miro para que baje la voz y no humillarla frente al equipo pero sus ojos llenos de lágrimas me incomodan. No me gusta mezclar las cosas y más de una ocasión he dejado en claro que no me tiro a nadie de mi trabajo. Mucho menos mis empleadas cuando me pueden acusar de acoso y por encima de todo eso, las exhibiciones sexuales me van solo en las galerías donde conocí a cierta señorita... —No dirijo un prostíbulo, Sandra...sabes muy bien la reputación de mi banco y mis clientes, estás fuera. —¡Por favor...! —implora y todos empiezan a darse cuenta de que algo pasa —. No volverá a pasar. —Eso está claro...que venga Kathy. Me doy la vuelta en la silla y seguimos reunidos. No llegan. Pasan cinco minutos cuando la rubia entra, se sienta donde antes estaba la morena y sé que esta es muy profesional, solo que Sandra era buena, hasta que superó mis escasos límites. Miro lo que buscaba en mi teléfono y decido escribirle...quiero verla hoy, tenemos un decisión que tomar. *Dime que voy a tenerte esta noche...* Envío y espero ansioso. No pienso darle oportunidad de negarse. La deseo y quiero tenerla. "PUEDES IRTE A LA MIERDA" Aunque me lo manda en mayúsculas, abro los ojos y releo lo que pone una y otra vez. No me lo puedo creer. ¿De qué va esto? Me levanto y detengo un segundo la junta. Esto puede estropear mis planes y además, no sé qué coño pasa. ¿Le habrá dicho algo el padre? La llamo y ha apagado el teléfono. ¿Será cabrona...? Me doy la vuelta y veo a Leo en la esquina d mi puerta, cuidando mis espaldas. —Quiero que busques por toda la ciudad a Camille Hamilton y la traigas aquí, cuanto antes —rujo lleno de rabia. A mi no se me rechaza... —Y, ¿si no quiere señor? —No te he dicho que le preguntes qué quiere...—bramo y él cuadra los hombros —...he dicho "tráela". Tu hazlo. Me doy la vuelta y vuelvo a mi reunión. Sé que parezco de la mafia pero es que no puedo creer lo que está pasando y justo hoy no se puede venir a abajo mi plan. Anoche todo quedó perfectamente estudiado con su padre. Hoy nada puede cambiar después de haber tomado la decisión de hacer negocios con Camille en vez de romances. Sé que cuando sepa esto todo se desmoronará a nuestro alrededor y nunca más querrá verme pero soy un hombre de negocios, ella debería saberlo. Era Australia o un romance y la verdad, no he tenido que pensármelo mucho. Yo no me enamoro, no me entrego, no me caso y no amo... Por mucho que me hubiese gustado hacerlo con ella, todo se reduce a una decisión y desde el primer segundo estaba tomada. No hay más...
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD