Caminamos por lo que me pareció media hora en silencio, me sentía aliviada de que por lo menos estábamos a salvo ahora que solo esperaríamos a que nos vinieran a rescatar.
Salimos del montón de árboles y logré ver a lo lejos unas luces donde me imaginaba estaba el pueblo, sentí las uñas de Dudy aferrarse a mi brazo, y su gemido se hizo más profundo, la miré, sin embargo ella tenía la mirada fija en las luces cercanas, tal vez también se había emocionado de que por fin estuviéramos a salvo.
El pueblo no tenía autos, solo algunas bicicletas estacionadas afuera de las casas, y el olor a estiércol me ofuscaba la nariz. Los locales estaban cerrados y parecía que todos se resguardaban dentro de sus casas, el chillido de un bebé era lo único que podía escuchar en el pueblo silencioso. La neblina parecía volverse cada vez más espesa, sentí de repente que las personas nos observaban secretamente desde sus ventanas, alcé la vista al cielo intentando buscar tranquilidad en alguna parte pero solo veía muchas estrellas.
Cálmate Cassie, estás a salvo.
Seguimos caminando dos cuadras, más lejos que el resto de las casas y fue cuando vimos la enorme mansión, tal vez un castillo, parecía sacado de una época medieval, era realmente un espectáculo, la pintura de las torres estaba desgastada y la mayoría de sus luces parecían estar quemadas.
Donald sacó unas llaves gruesas y abrió la puerta de madera. Creo que mi boca tocó el suelo, habían armaduras adornando algunas esquinas, como si se trataran de guardias, cuadros que cubrían parte de una pared (de esos que daba la impresión que te seguían con la mirada), cabezas de animales disecadas y enmarcadas, sin mencionar las pieles como alfombra.
Vaya.
Caminamos por el ancho pasillo, tuve una presión en mis hombros, me sentía como si entrara a un museo, era realmente impresionante. Llegamos a una amplia sala, los muebles eran de madera, había una chimenea encendida y un candelabro que parecía de cristal colgado en el techo, me fijé en la mesa llena de galletas.
-Tomen asiento -dijo el señor Donald-, si necesitan ir al baño, o si quieren agua, avísenme, pueden agarrar de esas galletas... son de hoy, creo.
De súbito gritó: "¡Brenda!" haciendo que todos saltáramos en nuestro lugar cuando nos disponíamos a tomar asiento, crucé una mirada con Tony que parecía estar igual de sensible que yo, y tomamos asiento en el mueble de madera más grande. Una mujer de cabello rubio tan perfectamente peinado que parecía una peluca entró a la sala, su vestido floral con un delantal se aferraba a su perfecta figura de muñeca Barbie.
-¿Qué ocurre amor mío? -cantó melodiosamente, sus manos parecían balancearse dramáticamente en el aire como había visto hacer a las princesas de Disney, sus tacones martillaron el suelo de madera hasta detenerse frente al señor Donald e hizo una pequeña reverencia con la gracia de una bailarina de ballet.
Creo que mi rostro era todo un poema, mi cerebro no encajaba que un hombre tan poco agraciado como él pudiera estar con alguien como ella; tan... perfecta y extraña.
-¿Las galletas son de hoy? -preguntó el señor Donald.
-Sí, amor mío -dijo la señora Brenda.
Se levantó y sus ojos azules se fijaron en nosotros, su sonrisa tensamente grande me ponía algo nerviosa, esa señora no era normal, a lo mejor tenía un pequeño trastorno.
-¿Ustedes fueron los que trajo el camión? -continuó la señora Brenda, todos tuvimos la misma expresión incrédula sin entender de qué hablaba- Oh, miren quien está aquí, el pequeño Mark, que sorpresas tan agradables.
Mark solo la miró y forzó su boca a tensar una sonrisa, el señor Donald aclaró su garganta y dijo:
-Brenda, ¿por qué no nos preparas algo de comer?, ellos deben estar hambrientos.
No tenía hambre, en lo absoluto, creo que no podría comer nada hoy.
La señora Brenda hizo otra reverencia a su esposo y salió bailando hacia la cocina.
-Tiene un pequeño retraso mental, solo no le hagan caso -explicó el señor Donald-. Tal vez deberíamos comenzar a revisar sus heridas...
-Estamos bien -dijo Indira con su típico tono petulante-, solo necesitamos llamar a nuestros padres o alguien que sepa que estamos bien.
-Tenemos que comunicarnos y decirles del accidente -apoyó Tony-, ¿nos pueden facilitar un teléfono?
El señor Donald afirmó con la cabeza y cuando se determinaba a decir algo más, una voz irrumpió en la sala diciendo:
-Yo no veo que estén bien.
Mi mirada fue hacia la voz y sentí que me quedé congelada.
Santos dioses del Atlantis perdido.
¿Había dicho que Tony me parecía atractivo?, bueno, lo admitía, seguía pareciéndome atractivo, pero el chico que entró sin duda le daba diez mil patas por el culo y lo sacaba de escena, era deslumbrante, hombros anchos, caderas estrechas, ropa perfectamente impecable, creo que hasta aquí olía su fragancia varonil y luego estaba su cara completando todo mi infarto, cabello castaño, ojos profundamente grises y rostro tan perfectamente simétrico que caía en lo absurdo de la belleza.
-La niña -dijo el chico guapo-, parece estar en estado de shock, y la otra tiene una rama cruzando su hombro.
¿La otra?, ¿por qué me miraba a mí?
Bajé la mirada y ahogué una exclamación cuando me fijé en mi hombro izquierdo, era un trozo de madera no tan grande, pero estaba incrustado en mi piel, manchando mi camiseta con sangre ya algo seca. Creo que el color se fue de mi rostro y exclamé una grosería en voz baja, con razón sentía mi hombro entumecido, pero todo mi cuerpo ya estaba entumecido de dolor así que no había diferencia.
-Bueno, el teléfono está en la cocina. -dijo el señor Donald y miró a Dudy para agregar: - Yo veré si puedo hacer que ella entre en razón.
-Se llama Dudy -intervine. El señor Donald asintió con la cabeza y volvió a mirar al chico guapo.
-Yo me encargaré de Dudy, encárgate de curarla a ella -dijo el señor Donald, seguidamente me miró-, él es mi hijo Bronce, es doctor, puedes confiar en él.
¿Tenía opción?, creo que hasta el momento solo podíamos confiar en la familia de Mark, no era como si nos hubieran dado motivos para creer lo contrario.
-¿Tienen heridas que requieran atención? -continuó Donald mirando al resto de nosotros.
Tony negó con la cabeza, Indira tocó su rostro e hizo una mueca, pero no parecía tener heridas graves; solo tenía el rostro hinchado por un fuerte golpe, Mark tampoco parecía estar mal herido, así que le restamos importancia.
El chico guapo que al parecer se llamaba Bronce, me hizo una gesto con su mano para que me acercara a él. Me iba a levantar cuando sentí las uñas de Dudy incrustarse más fuerte en mi brazo, cuando la miré, sus ojos vacíos parecían estar fijos en mi cara, pero no parecía verme realmente.
-Está bien -susurré-, estamos a salvo.
Despegué su mano de mi brazo y ella solo siguió gimiendo en voz baja observándome hasta que salí de la sala con Bronce. Fuimos por un pasillo lleno de adornos colgados en las paredes, una alfombra roja se extendía por el suelo, nuestros pasos hacían eco en el pasillo, me enfoqué tanto en evitar mirarlo para no ser tan obvia de que me parecía atractivo que cuando Bronce se detuvo, choqué con él.
Mierda.
Me despegué rápidamente y él me miró sin despejar su ceño fruncido, uhg.
-Lo siento -murmuré, pero él restó importancia y abrió la puerta, me sorprendí cuando entré detrás de él, parecía ser un consultorio con todas las implementaciones necesarias que necesita cualquier doctor, me sobresalté cuando la puerta se cerró a mis espaldas.
Relájate, Cassie estás a salvo.
-Toma asiento en la camilla -indicó, su voz más profunda de lo que recordaba.
Relamí mis labios sintiéndolos resecos, e intenté que mi respiración se mantuviera constante, me monté en la camilla con algo de esfuerzo, todo olía a plástico con alcohol, el lugar era demasiado silencioso, y que él no hablara me ponía más nerviosa, odiaba ir al doctor.
-¿Este es tu consultorio? -intenté conversar.
-Obvio -dijo colocándose los guantes.
Vaya, al parecer todos los chicos que me parecía guapos eran engreídos, no me sorprendía, yo no era una chica sexy con el que se apresuraran a ligar.
Basta Cassie, ¿otra vez con tu baja autoestima?
Bronce caminó hacia mí con una bandeja de materiales en sus manos y tomó asiento en la silla del frente de la camilla, limpió la herida de mi rodilla (como suponía era superficial), seguidamente ajustó la silla hasta tener su cabeza a la altura de mi hombro, creo que los latidos de mi corazón retumbaban en la habitación, solo esperaba que no los oyera.
Vi unas cuantas placas en las paredes y fotos del cuerpo humano, involuntariamente volví a mirar a Bronce, sus pestañas eran espesas, y su cabello perfectamente peinado hacia atrás en una especie de copete, tuve la necesidad de seguir hablando.
-¿Te llamas Bronce?
¿Por qué simplemente no dejas de hablar Cassie?
Casi quería golpearme en mi hombro herido.
-En realidad es Bruce -dijo-, pero todos se acostumbraron a llamarme Bronce.
Analizó mi hombro unos segundos, tenía unos ojos realmente bonitos, eran como una mezcla entre el gris y toques azules, sus labios delgados pero con un contorno perfecto. En un instante me miró y sentí mi vientre comprimirse de la impresión, estaba tan cerca.
La baba, ¡se te saldrá la baba! Gritó mi yo interna, aclaré mi garganta y pestañé, solo entonces me di cuenta que me había preguntado algo.
-¿Qué? -murmuré sintiendo mis mejillas sonrojarse, la última vez que estuve así de cerca de un muchacho fue cuando tenía novio, era un imbécil que solo me usó para darle celos a su ex, pero de algo sirvió porque quedó embarazada y se casaron, por lo menos solo duramos una semana y no me dolió en lo absoluto.
Bronce aspiró hondo como si estuviera harto de mi comportamiento y repitió:
-Quítate la camisa.
Vaya, el sexy doctor quería que me desnudara.
Me levanté la camisa pero mi hombro izquierdo mandó una corriente eléctrica a todo mi cuerpo haciendo que soltara un doloroso quejido, intenté sacármela con mi mano derecha, pero no parecía estar coordinada. Bronce me ayudó a quitármela, la yema de sus dedos rozó mi piel y me estremecí avergonzándome completamente, no había estado en sostén frente a un chico, ni siquiera frente a un doctor, me erguí un poco, mis pechos eran lo único que podía presumir de mí.
¿Por Dios, en serio intenta coquetear con el doctor?
Bronce ni siquiera miró mi escote, solo mi herida -como se suponía debía hacer un buen doctor- y comenzó a limpiar alrededor de mi piel con un algodón mojado con alcohol. Tenía pequeños rasguños alrededor pero ardían como si se trataran de heridas enormes, cuando un poco del alcohol tocó la piel donde la rama estaba incrustada vi estrellitas en mi visión y me encogí del dolor.
-No te muevas -regañó Bronce pareciendo harto de mí-, las mujeres son tan débiles, no aguantan ni siquiera un poco de alcohol.
Hey, un momento.
Fruncí el ceño y negué con la cabeza, ¿de verdad había dicho...? ¿Cómo se atrevía?
-Eso es estúpido -dije, él me miró por medio segundo antes de seguir concentrándose en lo que hacía, casi pude ver lo mal que le cayó mi comentario.
-¿Por qué crees que es estúpido?
-Las mujeres no somos débiles -repliqué-, o por lo menos no todas.
Una de sus cejas se alzó y pude ver una pequeña sonrisa en sus labios casi secreta, al parecer le interesaba discutir.
-Perdón, déjame corregir mi comentario estúpido -dijo-, tú eres débil, no aguantas ni siquiera un poco de alcohol.
Fruncí el ceño ante su ataque verbal, ¿Cómo era posible que fuera tan idiota? Solté una risa incrédula y sin humor para que notara lo molesto que me parecía.
-Acabo de sufrir un accidente y tengo una rama incrustada en el hombro, no puedes llamarme débil.
Bronce aspiró hondo como si yo fuera una niña estúpida, negando poco a poco con la cabeza.
-Un poco de dolor no te vuelve una luchadora -replicó sacando con brusquedad la rama, ahogué una exclamación sintiendo que todos mis músculos se contrajeron-. Solo te vuelve una sobreviviente, las chicas como tú quieren aparentar ser especiales, siempre quieren ser el centro de atención.
No podía creer todas las cosas que me estaba diciendo, él no me conocía, era un imbécil; un machista imbécil, infeliz, y todos los insultos que ahora no me venían a la mente pero sabía que él era.
-Entonces -ironicé- se supone que tú eres perfecto.
Comenzó a suturar mi hombro y tuve que esforzarme para no gritar o si quiera retorcerme, no quería seguir dándole argumentos para denigrarme, sin embargo, mis ojos se empañaron y mis lágrimas se desbordaron por mis mejillas.
-¿No deberías anestesiarme? -gemí mordiendo mi labio inferior, él alzó una ceja pero no me miró.
-¿Te duele?, es algo pequeño, ¿no lo resistes?
Me negué a responderle, y simplemente me mordí la lengua, él siguió su trabajo.
-Y respondiendo a tu pregunta, los hombres no son perfectos -dijo-, pero yo sí.
Sus labios se estiraron en una pequeña sonrisa haciéndolo lucir incluso más atractivo si es que eso era posible, ¿estaba bromeando o hablaba en serio?
-¿Qué tienes de perfecto? -Refuté sintiéndome molesta-, ¿orinas miel y defecas oro?
Ahogué una exclamación cuando sentí el amarre muy duro en mi piel, ¿Cuántos puntos me iban a coser?, limpie con mi otra mano mis lágrimas y defendí mi orgullo.
-Además -continué al ver que no iba a responder-, las mujeres tenemos la cualidad de fijar nuestra atención en distintas cosas a la vez y hacerlas a la perfección.
Sus ojos se encontraron con los míos y pude ver su sonrisa volverse burlesca, cortó el hilo y me cubrió la herida con una curita de estampado de Bob Esponja, se quitó los guantes colocándolos en la bandeja.
-Eso es estúpido -dijo-, y creo que es estúpido porque crees que tienes la razón y debes tener siempre la última palabra, cuando en realidad, no sabes nada.
Mis mejillas se comenzaron a calentar y disimulé mordiendo el interior de una de ellas, ¿Cómo que no sabía nada?, no podía creer que estuviéramos teniendo esta conversación con el chico más sexy que hubiera visto en mi vida. Sentí como si el aire en el salón comenzara a disminuir.
-Bueno, doctor Bronce -dije-, tu forma de pensar me parece estúpida.
Bronce alzó una ceja y fijó su mirada en míos ojos cuando se levantó de la silla, era realmente alto, sentí que el espacio de la habitación se reducía hasta casi por completo y sentí un ligero temblor en mis piernas.
-Si no te parece estúpido -replicó-, salgamos de aquí.
Le entrecerré los ojos y me bajé de la camilla, iba a comenzar a caminar hasta que sentí su mirada recorrerme el torso y me di cuenta que seguía en sostén, regresé mis pasos hasta la camisa e intenté colocármela, pero mi hombro recién suturado no podía alzarlo, me dolía demasiado.
-¿Necesitas de la ayuda de un hombre; mujer autosuficiente? -se burló.
Claro que necesitaba su ayuda, mi camisa estaba cubriendo la mitad de mi torso dejando la otra mitad al descubierto con esa fea herida en mi hombro, pero no se lo iba a admitir.
Lo ignoré intentando colocármela, y él se acercó poco a poco, al ver que no me moví, estiró mi camisa y tomó mi muñeca, su mano increíblemente suave. Con mucho cuidado metió mi brazo dentro y acomodó mi camisa, su arrebato de amabilidad me tomó desprevenida, tal vez no era un completo imbécil...
-¿Ves que no eres completamente autosuficiente?
Ya lo había echado a perder otra vez, era un imbécil.
Alcé una ceja y negué con la cabeza mientras caminaba hacia el pasillo, sentía su presencia de cerca e intenté no verlo, él tampoco intentó hablar conmigo, creo que no nos llevaríamos bien.
Llegamos a la sala, y mis ojos se fijaron en el señor Donald cuando alzó su puño y golpeó en la cara a Dudy.