Parado sobre sus manos y rodillas en medio de la cama, Rhys había perdido la vergüenza por los extraños soniditos que su boca emitía sin cuidado alguno hacía mucho tiempo. El placer invadía su cuerpo a tal extremo, que no podía pensar en nada más, solo sentir.
La ardiente calentura que estaba invadiendo cada rincón de su cuerpo parecía empeorar con las caricias de Caspian. Sus dedos atormentaban su pequeño agujero ya no tan virginal al acariciarlo y sumergirse en el interior con los restos de sus semen combinados, para luego retroceder y seguido volver a empujar lentamente, logrando que Rhys fuera consciente de todo el camino que recorrían.
Su otra mano, se encontraba atormentando el frente del humano, masturbándolo suavemente, sin mucha intención. Al subir, su dedo pulgar acariciaría la
