Una Princesa Rebelde

NEGOCIACIÓN

Caroline Windsor

Me acuesto a dormir ignorando la presencia de mi hermano que sale molesto de la habitación, al poco rato después de dar mil y unas vueltas en la cama me levanto con sed, bajo hacia la cocina, caminando de forma nada femenina, al entrar me encuentro con un escena desagradable.

Mi mamá está sobre las piernas de mi padre— ¿Por qué no pueden ser como los padres normales, dormir en habitaciones separadas, esas cosas que acostumbra la nobleza?— les reclamo

—Y porque tú, no puedes ser delicada como las otras debutantes que sueñan con un príncipe y bla, bla bla. —Dice mi papá haciendo caso omiso a mi presencia y besando a mi madre frente a mis ojos.

—Necesito que negociemos, los términos del compromiso, que ustedes quieren. — Les expreso señalándolos a ambos, alejada de ellos no quiero que se den cuenta que apesto a alcohol.

—Está bien, me interesa esa negociación, pero eres muy tramposa. — Se enseria, mi padre entrecerrando los ojos yo fijo inocencia, boqueando…Nadie me cree y que ruedan los ojos.

—Bien tú me quieres comprometida en un lapso de tres meses ¿verdad?— Empiezo la negociación, no sé qué trampas haré pero no pienso casarme, esta vez no se hará como mi padre quiere.

—Exactamente ese tiempo.— Responde él, con los ojos entrecerrados, nos conocemos muy bien, demasiado bien, de hecho nos parecemos tanto que ¡sabe lo que planifico! y yo sé, que por su parte, mi padre hará lo necesario para casarme bien, pero yo no pienso perder.

—Tengo varias condiciones. — Le explico.

—Tú dirás. — Responde mi padre y mi madre rueda los ojos, levantándose de sus piernas, mi madre esta preciosa a pesar que somos cuatro hijos, esta vestida con un sexy pijama que deja poco a la imaginación.

— Uno no quiero que me den una dote. — enumero con mi dedo.

—Así jamás te casara, si no tienes prometido a esa fecha, te casas con quien que yo escoja— Amenaza él sonriendo triunfante.

— Bien, sigue con tu menosprecio. — Respondo, haciendo un puchero, mi padre me hace sentir que nadie se fijara en mi, en realidad he tenido varios pretendientes, pero eso no viene al caso en este momento.

— ¿Cual es el motivo de no querer ninguna dote?— Pregunta extrañado.

—Él hombre, que quiera estar conmigo debe estar conmigo, no pendiente de mi fortuna— Expreso con soberbia

—Tú no tienes fortuna. — Se burla mi padre.

—De vuestra fortuna. — hago una pausa y termino con esta frase— y será él que yo decida, no él que ustedes quieran— Le señalo a ambos mi madre ni interviene, vivimos en discusión constante, sé que mi padre es algo permisivo no es tan duro como aparenta, otro en su lugar ya me hubiese volteado la cara de una bofetada ¡pero soy su consentida!

—Me parece bien. — Dice mi padre, creyendo que no lo lograre, yo también lo dudo ¡pero no moriré sin dar batalla!

—Eso es cuestionable, pero aceptable ¡al final yo decidiré, quien será vuestro esposo!—Dice mi padre con arrogancia y mi madre me observa con suspicacia.

—Si no les gusta el que yo elija, deben aceptarlo es el trato. — Les señalo ¡aun no tengo nada en mente!...solo ganar tiempo.

—El que pueda soportarte, será bienvenido con los brazos abiertos. — Interviene mi madre.

—La genética es algo que no puede negarse, ¡no sé cómo soportas a mi papá!— Le digo señalándolo y el solo se carcajea en mi cara, no sé si lo odio o lo amo, sinceramente, detesto que me corten las alas y así me siento en esta familia, ojala fuese pobre, habría tenido más opciones.

—Parece que eres mi doble, y opino lo mismo, pobre hombre él que se atreva a cortejarte, quiero nietos, tu madre se niega a darme otro hijo—Refunfuña mi padre.

—Padre, mi madre se ve bien, ¡pero esta mayor para dar a luz! ¡Puede morir incluso!— Respondo alterada ¡mi madre no es ninguna coneja!

—Por eso quiero nietos. — Me exige tajante

—Yo tal vez me case, pero no quiero niños ¡no nací para ser madre!— Le digo segura.