Capítulo 11 - Ecos de la Verdad
La oscuridad en los pasillos del laboratorio subterráneo era casi total, rota apenas por la linterna de Ariadna, que temblaba en su mano. El suelo estaba cubierto de fragmentos de vidrio, papeles empapados y lo que parecía sangre seca. A su lado, Cloe respiraba agitada, los ojos abiertos de par en par.
—¿Estás bien? —susurró Ariadna, estrechando la mano de su hermana.
—Sí —respondió ella con un hilo de voz—. Pero siento que algo nos mira...
El ambiente era espeso, cargado de una energía invisible que se colaba por las grietas. Avanzaron por un corredor que descendía en espiral, las paredes metálicas cubiertas de moho y códigos científicos. Al final, una puerta automática estaba medio abierta. Desde dentro llegaba una luz tenue y constante.
Entraron.
Era un laboratorio principal. Monitores apagados, camillas rotas, tubos conectados a ninguna parte. En el centro, una cápsula de contención rota, y una pizarra con palabras tachadas a toda prisa:
**Proyecto ORIGEN**
**Mutación Nivel 3**
**Paciente Cero - Dr. Alejandro Vargas**
Ariadna sintió cómo todo se derrumbaba dentro de ella. Ese era el nombre de su padre.
—No puede ser...
Una puerta lateral se abrió de golpe. Un zombi mutado, de piel grisácea y ojos que brillaban como brasas, se lanzó hacia ellas con una velocidad brutal. Ariadna disparó, falló el primer tiro, pero el segundo impacto en la mandíbula lo hizo caer. Otro apareció, luego otro. La Sección Omega estaba viva.
Tomando a Cloe de la mano, corrieron hacia un ascensor auxiliar, pero este no funcionaba.
—¡Por aquí! —gritó una voz masculina desde un túnel lateral.
Un hombre emergió entre los escombros, herido, con un brazo vendado y una placa en el pecho que decía: *Teniente Ferrer*. Les disparó a los infectados con precisión militar y las cubrió mientras huían por una escotilla estrecha.
Ya a salvo en una sala de emergencia reforzada, Ariadna se giró hacia él:
—¿Quién eres? ¿Cómo sabes de mi padre?
Ferrer suspiró.
—Porque yo trabajé con él. Y si ustedes están aquí... entonces algo salió mal en la superficie. Muy mal.
Cloe lo miró con miedo.
—¿Dónde está nuestro papá?
Ferrer bajó la mirada. Luego, murmuró:
—Tal vez... aún esté con vida. Pero no como lo recuerdan.
La sala se estremeció. Un estruendo sordo anunció que los mutados estaban intentando entrar por otro acceso.
Ariadna apretó los dientes.
—Dime todo lo que sepas. No pienso irme hasta encontrarlo.
La cuenta regresiva hacia la verdad había comenzado.
El silencio que reinaba en el laboratorio subterráneo se rompió con el chirrido mecánico de la puerta al cerrarse detrás de Ariadna, Cloe y el hombre que se había identificado como Ferrer. Aquel búnker escondía más que tecnología olvidada: era un sepulcro de secretos, y Ferrer tenía la llave para desenterrarlos.
—¿Tú trabajabas con nuestro padre? —preguntó Ariadna, sin soltar la mano de Cloe.
Ferrer, aún con el rostro cubierto de heridas y manchas de sangre seca, asintió lentamente.
—Hasta el último día. Él fue uno de los pocos que se opuso al Proyecto ORIGEN cuando supo lo que realmente estaban haciendo aquí abajo.
—¿Y qué era exactamente? —inquirió Ariadna, con un nudo en la garganta.
Ferrer se acercó a uno de los paneles electrónicos. Sorprendentemente, parte del sistema aún funcionaba gracias a una fuente de energía geotérmica. En la pantalla se desplegaron archivos: nombres, fechas, videos clasificados.
—El Proyecto ORIGEN comenzó como una investigación sobre la reactivación celular en condiciones extremas. Se pretendía encontrar una forma de regenerar tejidos dañados… incluso de prolongar la vida. Pero la ambición lo corrompió. Usaron muestras del virus original y lo combinaron con código genético modificado. Querían crear soldados inmunes a todo, incluso a la muerte. Y lo lograron... pero a un costo.
Ariadna apretó los dientes.
—Los mutados.
Ferrer asintió.
—No todos los sujetos perdieron su conciencia del todo. Algunos evolucionaron... se volvieron más rápidos, más fuertes, y con una memoria parcial. Lo que viste en el bosque era un experimento suelto... uno que nunca debió escapar.
—¿Y nuestro padre? —preguntó Cloe, con un hilo de voz.
Ferrer dudó.
—Él fue quien robó parte de la base de datos y desactivó los sistemas principales. Sabía que venían por él. Quiso ganar tiempo para que ustedes escaparan. Pero no lo mataron… al menos no según los registros. Lo último que se supo es que fue llevado a otra instalación: Nodo Kappa, al norte.
—¿Aún podría estar vivo? —susurró Ariadna.
—Es posible. Pero si lo está, está prisionero, o algo peor.
Una alerta interrumpió la conversación. En la pantalla, una cámara mostraba movimiento en los pasillos superiores. Decenas de figuras se desplazaban con rapidez inhumana. Los mutados los habían encontrado.
—Tenemos que irnos —dijo Ferrer, ya empuñando su rifle.
Ariadna asintió con firmeza y levantó a Cloe en brazos.
—Llevámonos toda la información que podamos —dijo—. Si vamos a llegar a Nodo Kappa, necesitaremos respuestas... y armas.
Ferrer descargó los datos en un disco duro portátil mientras las luces comenzaban a parpadear. El rugido gutural de los mutados se escuchaba más cerca. Ya no tenían tiempo, además que el miedo se esta apoderando de las hermanas que en ese momento estan lista para lo que viniera aunque si vidas estén en un peligro constante.
—Por aquí —señaló Ferrer—. Hay una salida de emergencia que conecta con los antiguos túneles de mantenimiento. No es segura, pero es la única opción.
Corrieron, perseguidos por sombras deformadas, con el eco del Proyecto ORIGEN latiendo en su corazón como una maldición, una que se iba a solucionar justo cuando se supiera la verdad de todo y Ariadna estaba mas que dispuesta a buscar al culpable del apocalisis que esta viviendo el mundo aunque eso implica que caiga su padre.
Fin del capítulo.