Desperté al escuchar el sonido de mi
alarma, miré mi reloj y eran las 5:30
am, hora de empezar el dia.
Me senté en el borde de la cama y
miré mis pies pensando en o que
había soñado. Era el mismo sueño de
siempre, mi madre cerrando la puerta
y yo gritandole que volviera mientras
la puerta se alejaba cada vez más de
mí, como si estuviera en una especie de
túnel y aunque avanzara el final estaba
cada vez más lejos.
Que haya tenido ese
sueño explicaba lo sudada que estaba
mi camiseta. Cerré mis ojos por un
momento y despejé mi mente.
—Deja ir el pasado—musité en voz
baja.
Me levanté para tomar una ducha y
pude sentir el frío del piso en mis pies,
esa sensación me encantaba, no sabía
por qué pero me reconfortaba. Odiaba
sentir mis pies calientes y por eso era
que disfrutaba tanto de las superficies
fría.
Entré al baño y me despojé de
mi ropa, me recogí el cabello ya que
no debía lavarlo hoy y me metí a la
ducha. Abrí la llave del agua caliente
y me arrincone en una esquina de la
ducha hasta esperar a que se calentara,
cuando lo hizo abrí la fría hasta que la
temperatura quedara graduada y ahí si
entré en el agua.
Luego de la ducha que duró alrededor
de 5 minutos, me sequé y me vestí, unos
jeans de tiro alto rotos, una camiseta
negra con un estampado de letras
blancas que decía f*ck off y unos tenis
negros con los cordones blancos que parecían grises de lo sucios que estaban pero la verdad no me importaba.
No era como sí mi vida
se basara en lo que la gente pensara de
mi y de mis tenis. Apliqué en mi rostro
crema humectante, rubor y rimel; me
recogí el cabello en un rodete y bajé a la
planta de abajo que era donde mi padre
tenía su tienda de armas. yo trabajaba
allí.
El negocio fue de mi abuelo Joel, que
antes fue de su padre y así hasta llegar
a mi tátara tátara abuelo Joe. De ahí el
nombre del lugar, "Jo's". Nuestra familia
siempre ha trabajado en el negocio
de las armas y es por eso que también
me corresponde a mi trabajar en esto.
Podría decirse que es mi herencia y
depende de mi cuidar este lugar cuando
mi padre ya no esté.
¡jo!—gritó mi padre en la parte
trasera del establecimiento donde
limpiábamos las armas.
—Si?—fui a donde estaba mi padre
me apoyé en el marco de la "puerta"
aunque en realidad era solo una cortina corrediza de colores verde, rosa y azul.
—El resto de la semana tú quedarás a
cargo de la tienda, me resultó trabajo
en la constructora y sabes que no debo
desaprovecharlo porque..
—Necesitamos el dinero—terminé la
oración por él y suspiré—. Sí, lo sé.
Mi padre terminó de armar el arma que
tenía sobre la mesa, se levantó y luego
besó mi frente.
—Te veo en la noche para cenar, gracias
por entender. te amo Jo
Mi nombre es Josephine White pero
todos me dicen Jo ya que mi nombre
completo suena muy formal. si, todos
los nombres en mi familia comienzan
en Jo.
Te amo papá—hablé mientras lo vi
salir por la puerta hacia la calle.
En el momento en el que el se fue me
senté en el piso a hacer inventario hasta
que escuché la campana de la puerta
sonar lo que significaba que un cliente había entrado.
Me levanté del suelo y me puse detrás del mostrador.
Al levantar la mirada y ver de quien
se trataba pude ver que era claudio, un señor que vivía a dos calles de aquí
y que siempre venía a comprarnos
municiones para salir de caza con sus
nietos y ese tipo de cosas.
-Hola Claudio - Le di una leve sonrisa
En que puedo ayudarte hoy?
-Hola Jo-Me devolvió la sonrisa y se acomodó su gorra-. Ya sabes, balas calibre 28 para Julie.
Ese era el nombre de su escopeta. la
había nombrado así luego de que su
esposa muriera de cáncer de estomago hace 2 años.
—Claro—Me agaché y saqué la caja
de las municiones de ese calibre—
Cuántas?
—Una docena.
Guardé una docena de balas en una
caja y luego se la entregué, esperé el
dinero y cuando le iba a dar su cambió
me dijo que me lo quedara. Sonreí
amablemente y le agradecí nmientras el se despedía y salía de la tienda.
Bajé de nuevo la mirada para leer el
bro de las ventas y el inventario y la
campana de la puerta volvió a sonar,
alguien más había legado.
Levanté mi mirada y la persona ya
estaba frente a mi.
Era un chico, cabello rubio, tez blanca, ojos de color verde medio, -ni muy oscuro ni muy claro- labios delgados, cejas del mismo color de su cabello y pobladas, con poca barba. Probablemente tendría entre veinte y veinticinco años.
Nunca lo había visto por el pueblo ni en la tienda así que suponía que era algún turista estaba de paso o algo parecido.
Llevaba una gran mochila en su
espalda lo que significaba que andaba
viajando como mochilero y lucía algo
sudado, como si hubiera caminado un
largo rato o no se hubiera dado una
ducha en un largo rato, cualquiera de
las dos era una optima respuesta.
Luego de observar por un rato la vitrina donde estaban todos los cartuchos para las armas por fin habló.
-Disculpa.. -miró mi gafete y enarcó
una ceja- ¿Jo?
-Si, Puedo ayudarte en algo?-Lo miré.
-Si, estoy buscando un arma pero la
verdad no estoy muy seguro de cuál
debería comprar - dijo indeciso mirando todas las armas que habían detrás de mi colgadas en la pared.
-¿Para qué la quieres?
-Disculpa?
-El arma -cerré un poco los ojos y ladeé mi cabeza-. ¿Para qué quieres el arma?
-Ah si, lo siento -sacudió su cabeza como volviendo de un trance-. Estoy algo distraído. Para protección, para eso la quiero.
Muy bien, sígueme -caminé hasta el fondo de la tienda con el detrás de
mi y miré las pistolas que teníamos-.
Pistola semiautomática, cartuchos
de 9 milímetros, fácil de llevar y
recargar. Tiene corto alcance y la
puedes comprar con una docena de
municiones.
-Cómo sabes tanto de armas? -me miró atentamente mientras hablaba.
-Pues trabajo en una tienda de armas -rodé los ojos- La llevas o no?
-Si, la llevo.
-Bien -tomé el arma y las municiones
y caminé a la caja-. Identificación y
documentación legal por favor.
Tomé los papeles que me entregó y
diligencié todo en una hoja como debía cada vez que alguien compraba un arma.
-Caden Mcallister? -reí levemente y
continué escribiendo en el papel.
-Si, Algún problema? -me miró
enarcando sus cejas.
-Es un apellido bobo -dije sin prestarle
mucha importancia y sin mirarlo.
Bobo? Tu te llamas Jo, eso si es bobo-rió.
-No me llamo Jo, idiota -Le devolví sus documentos y luego de guardar el dinero en la caja registradora le entregué el cambio.
-Eso es lo que dice en tu gafete -se
encogió de hombros.
-Es diminutivo de Josephine -señalé la puerta como diciéndole que ya se podía ir.
-Eso es más bobo aún -tomó la bolsa con las cosas-. Adiós Marifer.
Caminó lejos del mostrador con una
sonrisa en sus labios y salió de la tienda.
Dios, que idiota. Suspire profundamente y volvi a lo que
estaba haciendo hace rato, necesitaba
ya unas muy merecidas vacaciones de
esta tienda, de los sujetos como el y de
todas las responsabilidades que tenía.
Por suerte en dos meses me iría a un
viaje de mochileros por toda Europa
y podría descansar de mi vida por un
rato. No seria el viaje más lujoso pero
levo ahorrando para el desde que
tenía catorce años y ahora por fin había ahorrado lo suficiente, quería conocer el mundo y que mejor manera que quedándome en un motel diferente cada día, o inclusive dormir en una tienda en un gran y abierto campo sería increíble para mi.
El resto de la tarde fue demasiado
tranquilo, solo llegaron dos clientes
más y a estos ya los conocía, solo
querían comprar sus municiones de
siempre por lo que pude despacharlos
rápidamente.
A eso de las seis de la
tarde organicé toda la tienda para
cerrar, terminé el inventario, vacié la
caja registradora dejando solamente los billetes de un dólar y las monedas que usábamos para el cambio.
tomé los 10 dólares con 60 centavos que habían en el frasco de las propinas y los guardé en
mi bolsillo; mi padre y yo ya habíamos acordado que las propinas serían para mi viaje y aunque no estuvo muy seguro al principio tuvo que aceptarlo después.
Apagué el letrero de la puerta que decía "abierto" y cerré con llave la puerta, apagué todas las luces y luego subí al piso de arriba que era donde quedaba nuestro hogar. Al entrar me quité los zapatos quedando en calcetines y estiré mi cuello, estaba muy cansada y esto me relajaba un poco, me tomé dos segundos para respirar y comence a hacer la cena a las seis con diecisiete minutos, la hora habitual.
Saqué los frijoles de la lata y los coloqué en una sartén para calentarlos, tomé la carne que había dejado descongelando hace alrededor de dos horas y la piqué
en trocitos, salé y agregué algunas especias.
Encendí el otro fogón de la
estufa y coloqué ahí la sartén con la
carne y un chorrito de aceite, dejé que
se hiciera y cuando estuvo casi lista la
agregué a los frijoles.
Escuché el sonido de la puerta abrirse y luego cerrarse.
-Hola Jo ¿Qué tal tu día? -Se paró detrás de mi.
-Estuvo bien -Le entregué el dinero que habíamos recaudado hoy.
-Genial, mañana pagaré los servicios.
De acuerdo. Siéntate, la cena está casi
lista -Sé sentó y a los pocos segundos
serví la cena en dos platos, tomé dos
cucharas y llevé todo a la mesa para
luego sentarme frente a él.
Cenamos en silencio y, como Siempre,
mi padre me agradeció por entenderlo y ser tan buena hija con él. Siempre me decía que yo era lo único que necesitaba y que jamás iba a volver a enamorarse porque el amor te hace estúpido, te conviertes en alguien que no eres tu mismo y haces cosas que nunca pensaste que harías. Al menos en algo estábamos de acuerdo, aunque ya estaba cansada de escucharlo decir lo mismo una y otra vez. Ya lo entendía, no necesitaba escucharlo como casete rayado.
Mi padré levantó la mesa y lavó los
platos, yo caminé a mi habitación y
guardé el dinero de las propinas en
una cajita junto con el resto que tenía
ahorrado, me coloqué la pijama y me
prepare para dormir.
En el momento en que toqué la almohada mi cuerpo se apagó y por fin pude descansar -por favor que el tiempo se pase rápido- fue
lo ultimo que pensé antes de quedarme
completamente dormida.