Capítulo 1

1876 Words
Desperté al escuchar el sonido de mi alarma, miré mi reloj y eran las 5:30 am, hora de empezar el dia. Me senté en el borde de la cama y miré mis pies pensando en o que había soñado. Era el mismo sueño de siempre, mi madre cerrando la puerta y yo gritandole que volviera mientras la puerta se alejaba cada vez más de mí, como si estuviera en una especie de túnel y aunque avanzara el final estaba cada vez más lejos.  Que haya tenido ese sueño explicaba lo sudada que estaba mi camiseta. Cerré mis ojos por un momento y despejé mi mente. —Deja ir el pasado—musité en voz baja. Me levanté para tomar una ducha y pude sentir el frío del piso en mis pies, esa sensación me encantaba, no sabía por qué pero me reconfortaba. Odiaba sentir mis pies calientes y por eso era que disfrutaba tanto de las superficies fría. Entré al baño y me despojé de mi ropa, me recogí el cabello ya que no debía lavarlo hoy y me metí a la ducha. Abrí la llave del agua caliente y me arrincone en una esquina de la ducha hasta esperar a que se calentara, cuando lo hizo abrí la fría hasta que la temperatura quedara graduada y ahí si entré en el agua. Luego de la ducha que duró alrededor de 5 minutos, me sequé y me vestí, unos jeans de tiro alto rotos, una camiseta negra con un estampado de letras blancas que decía f*ck off y unos tenis negros con los cordones blancos que parecían grises de lo sucios que estaban pero la verdad no me importaba.  No era como sí mi vida se basara en lo que la gente pensara de mi y de mis tenis. Apliqué en mi rostro crema humectante, rubor y rimel; me recogí el cabello en un rodete y bajé a la planta de abajo que era donde mi padre tenía su tienda de armas. yo trabajaba allí. El negocio fue de mi abuelo Joel, que antes fue de su padre y así hasta llegar a mi tátara tátara abuelo Joe. De ahí el nombre del lugar, "Jo's". Nuestra familia siempre ha trabajado en el negocio de las armas y es por eso que también me corresponde a mi trabajar en esto. Podría decirse que es mi herencia y depende de mi cuidar este lugar cuando mi padre ya no esté. ¡jo!—gritó mi padre en la parte trasera del establecimiento donde limpiábamos las armas. —Si?—fui a donde estaba mi padre me apoyé en el marco de la "puerta" aunque en realidad era solo una cortina corrediza de colores verde, rosa y azul. —El resto de la semana tú quedarás a cargo de la tienda, me resultó trabajo en la constructora y sabes que no debo desaprovecharlo porque.. —Necesitamos el dinero—terminé la oración por él y suspiré—. Sí, lo sé. Mi padre terminó de armar el arma que tenía sobre la mesa, se levantó y luego besó mi frente. —Te veo en la noche para cenar, gracias por entender. te amo Jo Mi nombre es Josephine White pero todos me dicen Jo ya que mi nombre completo suena muy formal. si, todos los nombres en mi familia comienzan en Jo. Te amo papá—hablé mientras lo vi salir por la puerta hacia la calle. En el momento en el que el se fue me senté en el piso a hacer inventario hasta que escuché la campana de la puerta sonar lo que significaba que un cliente había entrado. Me levanté del suelo y me puse detrás del mostrador. Al levantar la mirada y ver de quien se trataba pude ver que era claudio, un señor que vivía a dos calles de aquí y que siempre venía a comprarnos municiones para salir de caza con sus nietos y ese tipo de cosas. -Hola Claudio - Le di una leve sonrisa En que puedo ayudarte hoy? -Hola Jo-Me devolvió la sonrisa y se acomodó su gorra-. Ya sabes, balas calibre 28 para Julie. Ese era el nombre de su escopeta. la había nombrado así luego de que su esposa muriera de cáncer de estomago hace 2 años. —Claro—Me agaché y saqué la caja de las municiones de ese calibre— Cuántas? —Una docena. Guardé una docena de balas en una caja y luego se la entregué, esperé el dinero y cuando le iba a dar su cambió me dijo que me lo quedara. Sonreí amablemente y le agradecí nmientras el se despedía y salía de la tienda. Bajé de nuevo la mirada para leer el bro de las ventas y el inventario y la campana de la puerta volvió a sonar, alguien más había legado. Levanté mi mirada y la persona ya estaba frente a mi. Era un chico, cabello rubio, tez blanca, ojos de color verde medio, -ni muy oscuro ni muy claro- labios delgados, cejas del mismo color de su cabello y pobladas, con poca barba. Probablemente tendría entre veinte y veinticinco años. Nunca lo había visto por el pueblo ni en la tienda así que suponía que era algún turista estaba de paso o algo parecido. Llevaba una gran mochila en su espalda lo que significaba que andaba viajando como mochilero y lucía algo sudado, como si hubiera caminado un largo rato o no se hubiera dado una ducha en un largo rato, cualquiera de las dos era una optima respuesta. Luego de observar por un rato la vitrina donde estaban todos los cartuchos para las armas por fin habló. -Disculpa.. -miró mi gafete y enarcó una ceja- ¿Jo? -Si, Puedo ayudarte en algo?-Lo miré. -Si, estoy buscando un arma pero la verdad no estoy muy seguro de cuál debería comprar - dijo indeciso mirando todas las armas que habían detrás de mi colgadas en la pared. -¿Para qué la quieres? -Disculpa? -El arma -cerré un poco los ojos y ladeé mi cabeza-. ¿Para qué quieres el arma? -Ah si, lo siento -sacudió su cabeza como volviendo de un trance-. Estoy algo distraído. Para protección, para eso la quiero. Muy bien, sígueme -caminé hasta el fondo de la tienda con el detrás de mi y miré las pistolas que teníamos-. Pistola semiautomática, cartuchos de 9 milímetros, fácil de llevar y recargar. Tiene corto alcance y la puedes comprar con una docena de municiones. -Cómo sabes tanto de armas? -me miró atentamente mientras hablaba. -Pues trabajo en una tienda de armas -rodé los ojos- La llevas o no? -Si, la llevo. -Bien -tomé el arma y las municiones y caminé a la caja-. Identificación y documentación legal por favor. Tomé los papeles que me entregó y diligencié todo en una hoja como debía cada vez que alguien compraba un arma. -Caden Mcallister? -reí levemente y continué escribiendo en el papel. -Si, Algún problema? -me miró enarcando sus cejas. -Es un apellido bobo -dije sin prestarle mucha importancia y sin mirarlo. Bobo? Tu te llamas Jo, eso si es bobo-rió. -No me llamo Jo, idiota -Le devolví sus documentos y luego de guardar el dinero en la caja registradora le entregué el cambio. -Eso es lo que dice en tu gafete -se encogió de hombros. -Es diminutivo de Josephine -señalé la puerta como diciéndole que ya se podía ir. -Eso es más bobo aún -tomó la bolsa con las cosas-. Adiós Marifer. Caminó lejos del mostrador con una sonrisa en sus labios y salió de la tienda. Dios, que idiota. Suspire profundamente y volvi a lo que estaba haciendo hace rato, necesitaba ya unas muy merecidas vacaciones de esta tienda, de los sujetos como el y de todas las responsabilidades que tenía. Por suerte en dos meses me iría a un viaje de mochileros por toda Europa y podría descansar de mi vida por un rato. No seria el viaje más lujoso pero levo ahorrando para el desde que tenía catorce años y ahora por fin había ahorrado lo suficiente, quería conocer el mundo y que mejor manera que quedándome en un motel diferente cada día, o inclusive dormir en una tienda en un gran y abierto campo sería increíble para mi. El resto de la tarde fue demasiado tranquilo, solo llegaron dos clientes más y a estos ya los conocía, solo querían comprar sus municiones de siempre por lo que pude despacharlos rápidamente. A eso de las seis de la tarde organicé toda la tienda para cerrar, terminé el inventario, vacié la caja registradora dejando solamente los billetes de un dólar y las monedas que usábamos para el cambio.  tomé los 10 dólares con 60 centavos que habían en el frasco de las propinas y los guardé en mi bolsillo; mi padre y yo ya habíamos acordado que las propinas serían para mi viaje y aunque no estuvo muy seguro al principio tuvo que aceptarlo después. Apagué el letrero de la puerta que decía "abierto" y cerré con llave la puerta, apagué todas las luces y luego subí al piso de arriba que era donde quedaba nuestro hogar. Al entrar me quité los zapatos quedando en calcetines y estiré mi cuello, estaba muy cansada y esto me relajaba un poco, me tomé dos segundos para respirar y comence a hacer la cena a las seis con diecisiete minutos, la hora habitual. Saqué los frijoles de la lata y los coloqué en una sartén para calentarlos, tomé la  carne que había dejado descongelando hace alrededor de dos horas y la piqué en trocitos, salé y agregué algunas especias. Encendí el otro fogón de la estufa y coloqué ahí la sartén con la carne y un chorrito de aceite, dejé que se hiciera y cuando estuvo casi lista la agregué a los frijoles. Escuché el sonido de la puerta abrirse y luego cerrarse. -Hola Jo ¿Qué tal tu día? -Se paró detrás de mi. -Estuvo bien -Le entregué el dinero que habíamos recaudado hoy. -Genial, mañana pagaré los servicios. De acuerdo. Siéntate, la cena está casi lista -Sé sentó y a los pocos segundos serví la cena en dos platos, tomé dos cucharas y llevé todo a la mesa para luego sentarme frente a él. Cenamos en silencio y, como Siempre, mi padre me agradeció por entenderlo y ser tan buena hija con él. Siempre me decía que yo era lo único que necesitaba y que jamás iba a volver a enamorarse porque el amor te hace estúpido, te conviertes en alguien que no eres tu mismo y haces cosas que nunca pensaste que harías. Al menos en algo estábamos de acuerdo, aunque ya estaba cansada de escucharlo decir lo mismo una y otra vez. Ya lo entendía, no necesitaba escucharlo como casete rayado. Mi padré levantó la mesa y lavó los platos, yo caminé a mi habitación y guardé el dinero de las propinas en una cajita junto con el resto que tenía ahorrado, me coloqué la pijama y me prepare para dormir.  En el momento en que toqué la almohada mi cuerpo se apagó y por fin pude descansar -por favor que el tiempo se pase rápido- fue lo ultimo que pensé antes de quedarme completamente dormida.
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