En el avión, de camino a Aberdeen no puedo evitar sentir a Amelia distante de mí, solo observa por la ventana, no puedo intuir lo que piensa o lo que siente, y eso me duele, ni siquiera hemos podido tener una luna de miel como se debe, no puedo evitar pensar que es una mala señal para nuestra relación y el hecho de que siempre hay algo que nos separa, no obstante, esta vez soy yo el que se debe ir. No porque quiera afanadamente romper mis votos matrimoniales, solo que cada vez que cierro los ojos la veo a ella, tirada en el frio suelo, llena de sangre, su vida pendiendo de un hilo y la vida de nuestro hijo no nato esfumándose de nuestras manos.
Solía tener el control de todo y de todos en la compañía, era respetado incluso algo temido, pero con Amelia he perdido todo eso, no soy el que h
