Desde que llegamos a casa me he mantenido encerrado en mi despacho. No he hecho otra cosa sino darle vueltas a la noticia del traslado de Aimara, y además de ello, la idea que se les metió a ella y a Luisana de despertar a un monstruo que aparenta estar dormido. Si bien Enrique anda, sigilosamente, moviéndose, buscando acercarse a mí, desconozco sus razones. Hasta ahora no sé cuál es su motivación real. Lo analizo y no encuentro una razón para que él actuando como cuál oveja o animal indefenso busque acercarse a mí. La desconfianza tan grande que siento me da a entender que detrás de ello está fraguando alguna treta bien sórdida para hundirme más de lo que ha logrado. Si Aimara y Luisana logran reabrir mi caso, lograran alterarlo al punto de ponerlas en mayor riesgo del que se encuentran

