—Buenos días—saludo al entrar al comedor, veo que están solamente Anderson y la señora Amanda. Aaron y Aimara no se ven alrededor. —Buenos días hija —me contesta la señora Amanda con su acostumbrado tono cariñoso. —Mi Licenciada buenos días —me saluda Anderson—, venga, siéntese a mi lado. —¿Aimara? —pregunto con curiosidad al ver la hora. Me quedé dormida. Era de esperarlo, pues además de que era bien entrada la madrugada cuando Aaron me obligó a dejar de trabajar, luego me costó conciliar el sueño. Estando en sus bravos era evidente el esfuerzo supremo que me tocaría hacer para obligar a mis sentidos dejarse llevar por el cansancio. Tenerlo tan de cerca altera todo a mi alrededor. Ni cuenta me di cuando logré dejarme vencer por el sueño, así como tampoco en qué momento él me dejó sol

