Si bien siento tranquilidad por saber que no está sola, al cuidado de sus escoltas, pero a fin de cuentas sola, esa calma es solo por no saberla expuesta a las amenazas de Enrique y ese otro enemigo que la viene persiguiendo, pues recostado aquí en mi cama a solo dos puertas que separan nuestras habitaciones, comienzo a sentirme inquieto. No preví esta parte, jamás pensé en la tentación tan grande que representaría tenerla durmiendo bajo mi mismo techo.
Cerré los ojos para no pensarla y contrario a ello, la mente me traicionó al reproducir su imagen, todo lo sucedido hace apenas unas horas en su apartamento. Me senté de golpe en la cama, sacudí la cabeza buscando espantar los pensamientos, y con ello la ráfaga de sensaciones que comienzan a despertarse en mi cuerpo.
Una buena acción se c
