De haberle pedido a la vida vivir una experiencia única, jamás se me hubiera ocurrido, esta que ahora se presenta ante mis ojos. Estando en prisión tuve la oportunidad de ver de todo, entre los reclusos, sus familiares y una que otra visita extraña que estos recibían. Nada como la licenciada que ocupa el asiento del copiloto en mi camioneta.
Muy en contra de tener algún contacto directo con ella, por caballerosidad y también por ser generoso, ya que se está movilizando no porque se le ordenó su jefe sino por ayudar a Aimara y a mi madre, quise ayudarla a abordar la camioneta. De plano y de manera poco sutil rechazó mi ofrecimiento. No le di importancia, solo me hice aun lado y me dediqué a observar lo ágil que fue. Mi camioneta no tiene los escalones necesarios para que ella o cualquier p
