Corito titubeó frente a la tina helada, el vapor inexistente confirmándole lo evidente: el agua estaba tan fría que su sola presencia parecía congelar el aire a su alrededor. Con un profundo suspiro, extendió un pie hacia la bañera, apenas rozando la superficie con los dedos. La fina capa de hielo crujió y se quebró con un sonido seco que hizo eco en el baño, como si el agua misma protestara contra la invasión. La sensación fue tan gélida que inmediatamente retiró el pie con un chillo ahogado, abrazándose los brazos para recuperar algo de calor. —¡Maldita sea! —murmuró entre dientes, su cuerpo temblando. Pero sabía que no tenía otra opción. Volvió a intentarlo. Primero un pie, luego el otro. Cada nuevo contacto con el agua le provocaba espasmos y maldiciones que llenaban la habitación co

