Allen sentía cómo las fuerzas dentro de él se agitaban con furia, un maremoto de energía oscura que luchaba por liberarse. Cada fibra de su ser parecía gritarle que actuara, que liberara el veneno acumulado que crepitaba en su interior como si fuera un volcán a punto de estallar. Pero, claro, este estallido no sería hacia cualquiera. No, toda esa presión iba dirigida hacia Aidan, su pequeño flama, quien, sin darse cuenta, había puesto a ambos en una situación de extremo peligro con su indiscreción. Mientras descendían por las mismas escaleras que había tomado Dreida, la incomodidad de Allen crecía. Su temple, aunque generalmente impecable, estaba al borde de romperse. "Solo tenemos que bajar estas malditas escaleras y salir de aquí", se repetía mentalmente, intentando mantener un control

