Todo se torna oscuro y borroso, como si el mundo entero se estuviese desvaneciendo en un suspiro. ¿Qué está pasando? Esa pregunta flota en la mente, pero no hay respuesta. De un momento a otro, todo el escenario desaparece como si alguien hubiese apagado un interruptor, y la oscuridad se convierte en lo único que existe. Es una oscuridad absoluta, opaca, tan densa que ni siquiera permite distinguir las propias manos frente al rostro. Pero esta oscuridad no provoca miedo, tampoco ansiedad. Sin embargo, tampoco transmite una sensación de paz. Es algo completamente diferente: un vacío inquietante, como si no solo se hubieran apagado las luces, sino también las emociones. Lo único que queda es un extraño desdén, una sensación indescriptible que parece consumirlo todo. En medio de este abismo

