El silencio entre nosotros se estiró, pesado y expectante. No era un silencio vacío, sino uno cargado de significados no verbalizados, de preguntas sin formular y respuestas contenidas. Observé cómo tomaba una respiración profunda, preparándose para hablar, para romper el hechizo de ese mutismo cargado de promesas o reproches. Finalmente, su voz, que buscaba con evidente esfuerzo recuperar la firmeza perdida, llenó el espacio entre nosotros. —Señor Allen —dijo, y el simple uso de mi nombre pareció añadir un peso inesperado a sus palabras—, he venido aquí con su hijo para explicarle algo que vi en el cementerio y que me ha parecido muy interesante. La declaración, simple en su formulación, resonó en mi interior con una fuerza inusitada. ¿Interesante? ¿En el cementerio? Mi mente, acostumbr

