Los pasos de los cuatro viajeros, cargados de agotamiento y desesperanza, se vuelven cada vez más pesados. Las largas horas de huida, sin descanso ni tregua, les han robado la energía y han dejado marcas visibles en sus rostros. Las profundas ojeras que se dibujan bajo sus ojos son un reflejo del miedo y la presión a las que han estado sometidos desde el comienzo de esta terrible persecución. Sus cuerpos, al límite de la resistencia, parecen estar pidiendo un descanso urgente. Sin embargo, el peligro que los acecha les obliga a seguir avanzando, aun cuando sus piernas palpitan con dolor y cada paso se siente como una lucha contra su propio cuerpo.
Sarah, que camina detrás de la ninfa, no puede evitar expresar su frustración. Su voz, cargada de hastío y furia contenida, se alza en el silen
