—Madre, he perdido los zapatos. Sin ellos no puedo salir —exclamó Allen, con un tono que mezclaba desesperación y ansiedad. Sus palabras salieron atropelladamente mientras trataba de explicar la gravedad del asunto—. Tengo que aprovechar el buen clima para poder salir, porque si no lo hago ahora tendré que esperar hasta la noche para verla... y yo lo que quiero es verla ahora.
Allen, incapaz de controlar la tensión que sentía, salió del armario con pasos apresurados, colocando una mano sobre su frente como si intentara calmar sus pensamientos, y con la otra señalando el desorden absoluto que había creado en su búsqueda. Su cuarto era un caos de dimensiones épicas. Ropa, objetos personales y hojas estaban regados por todos lados; una imagen que para él era muestra de su desesperación, pero
