Después de Corito, Aidan fue el primero en salir por la ventana, ayudado por las manos firmes pero temblorosas de su padre adoptivo. Aunque Allen estaba visiblemente debilitado, su instinto protector lo mantenía moviéndose, asegurándose de que su pequeño y Corito estuvieran a salvo antes que nada. Una vez afuera, Aidan revisó rápidamente los alrededores, sus ojos oscuros recorriendo cada rincón en busca de posibles amenazas. Al confirmar que la joven pelirroja estaba bien junto a él, lanzó una mirada de alivio a su padre. Allen, aún encaramado en el marco de la ventana cuadrada, se permitió un breve respiro. Sentado allí, dejó que sus manos se aferraran con fuerza a la estructura de madera, tratando de reunir las energías que sentía que se le escapaban con cada segundo. El aire frío de la

