—Oh no... Bueno, admito que no siempre estoy pendiente de mi hermanita... ni de papá —confesó Dreida en voz baja, como si estuviera soltando una pequeña carga que llevaba tiempo guardando. Su tono no sonaba a descuido, sino a una mezcla de resignación y comprensión hacia una dinámica familiar complicada—. Él me hizo eso cuando era niña… me obligó a disfrazarme de “niña fea”, con ropa rasgada, cabello despeinado y dientes pintados para parecer menos humana. Todo eso solo para probar si era capaz de atraer y cazar a un vampiro de la manera más ordinaria posible, pero por lo que veo, otra vez le volvió a salir mal.
Aidan la miró perplejo. En sus ojos se dibujó una mezcla de confusión e indignación.
—¿Volvió? —preguntó, frunciendo el ceño— ¿Eso mismo también contigo… o cómo?
Dreida suspiró.
