Los dos jóvenes se adelantan con paso decidido, posicionándose frente al vampiro. Allen, sin poder evitarlo, rueda los ojos con exasperación, agotado de repetir las mismas advertencias una y otra vez, solo para recibir la misma respuesta de siempre. A lo largo de los años, las cosas no han cambiado ni un ápice, y ese eterno ciclo comienza a desgastarlo. En ese momento, las luces de toda la mansión comienzan a parpadear, creando un ambiente aún más inquietante. Aprovechando la confusión que genera esa oscilación luminosa, Aidan toma a la chica de la mano y, sin pensarlo dos veces, ambos se lanzan desde el segundo piso. Gracias a los tendones resistentes de Aidan y la sorprendente flexibilidad de su cuerpo, logran aterrizar sin sufrir ningún daño. Su caída es precisa, casi elegante, una mue

