Sin pronunciar palabra alguna, Allen extendió la mano con parsimonia, tomando el sobre que la joven le ofrecía con sus dedos largos y firmes, su tacto helado rozando brevemente la piel cálida de ella. En ese momento preciso, como si una bruma mental lo envolviera, dejó que la advertencia de Minerva —una advertencia tan clara como urgente, filtrada a través del sigilo venenoso de Dreida— se esfumara por completo de su memoria. Era como si la presencia de la ghoul, muda y temblorosa frente a él, desactivara cualquier sentido de peligro inminente. Ella no dijo nada, tampoco él, pero sus miradas se encontraron: una rogaba en silencio, la otra examinaba con gélido desapego. La chica dio un paso hacia adelante, apenas perceptible, lo suficiente para invadir el espacio personal del vampiro. Alle

