Después de despedirse de su madre con un abrazo lleno de afecto, Allen se dirigió rápidamente hacia la puerta de su cuarto. Sabía que no debía demorarse más; la cita con Wendy era importante, y cada segundo que pasaba parecía aumentar su ansiedad. Sus pasos, que al principio eran calmados, se convirtieron en una especie de carrera conforme avanzaba por el corredor de la casa. Pero justo cuando estaba a punto de alcanzar la salida, sintió cómo una mano firme se aferraba a su brazo. Era su padre, quien lo atrapaba con un agarre tan fuerte que parecía imposible de evadir.
—¡Papá! Tengo prisa —protestó Allen, su voz cargada de nerviosismo mientras intentaba liberarse—. No moleste. Necesito irme a la plaza central para verme con Wendy.
Su tono revelaba la urgencia de la situación, pero su pad
