No son voces reales, claro, pero la forma en que el eco se arrastra entre las piedras nos da la impresión de estar siendo vigilados por fantasmas que alguna vez también buscaron refugio aquí. Las escaleras se estrechan, y cada peldaño nos sumerge más profundo, no solo en la tierra, sino en una historia que Sarah y yo desconocemos por completo. A medida que descendemos, antorchas encendidas en soportes de hierro revelan murales tallados directamente en la piedra. Son escenas antiguas, de un estilo gótico-ritual, donde figuras aladas se entrelazan con seres de colmillos largos, en lo que parece más una danza que una batalla. Algunos detalles tienen oro desgastado; otros, sangre seca petrificada. Y entonces, al pasar junto a una pared curva, lo vemos. Una figura que se parece demasiado a Mi

