Aidan

644 Words

Los pasos de los otros —sí, los suyos, sus gloriosos compañeros de equipo, esos traicioneros con más moral que brújula rota— resonaban en la distancia. ¿La buscaban? Probablemente. ¿Sabían que estaba allí? Quizás. O tal vez solo jugaban al gato y la rata versión “te vimos nacer, ahora te cazamos”. Clásico. Su ventaja era su cara. Ese rostro extraño, ambiguo, como si alguien hubiese mezclado genes a ciegas y luego dicho “hmm… interesante”. Ni completamente humana, ni enteramente criatura. Bella, sí, pero no de esa belleza cómoda y tranquilizadora. No. Era de las que hacen dudar al que mira, de las que no caben en bandos. Era su propio disfraz… y vaya disfraz. Se lanzó tras una lápida sin nombre —porque claro, la ironía de esconderse detrás del olvido tiene su encanto—. El mármol estaba he

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