CAP. 40 - EL ENCIERRO El sitio no tiene el ruido de un penal, pero la sensación de encierro es aún más honda. Es un edificio viejo, con paredes de roca fría y pasillos estrechos que parecen perpetuos, como si estuvieran trazados para tachar la voluntad de quienes marchan por ellos. La celda era asfixiante. No tanto por el espacio pequeño, sino por la opresión invisible que pendía en el aire. Dos pasos de un extremo al otro y ya estaba en la orilla de su mundo. La luz apenas se colaba por la hendidura de la puerta, sucia y exigua, como si también quedara atrapada. Los alaridos eran una constante, oleadas que llegaban desde lo más hondo del hospital. Algunos eran lastimeros, otros rabiosos, y los peores… los peores eran los que traían una risa desgarrada, casi infantil. La Flor cierra lo

